Caída

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Capitulo 26

(Demián)

Llevaba dos meses recorriendo París, sin obtener alguna información de mi ángel, me estaba volviendo loco de incertidumbre, todo mi cuerpo la añoraba, la necesitaba con urgencia, no podía seguir de pie sin ella.

¡Por favor, mi ángel, ayúdame a encontrarte! No dejaba de repetir esa frase en mi mente una y otra vez, mis ojos no soportaban las lágrimas ya, así que me senté en la acera, cubriéndome la cara con ambas manos, era de noche, el frío me llegaba hasta los huesos, así que empecé a balancearme por inercia, mi cuerpo respondía a la frialdad que lo invadía con insistencia.

Me esforcé por controlarme para seguir buscando a Nadia, pero me costó muchísimo trabajo lograrlo, estaba abatido sin ganas de nada; después de varios minutos caminé por algunas calles, entrando y saliendo de diferentes lugares que jamás imaginé encontrar, sin embargo la buscaría hasta en los lugares menos impensables, no descartaba ningún sitio, en cualquiera de ellos la podría encontrar. Sentía que el tiempo se me estaba acabando, pero ¿Por qué? La angustia que ya formaba parte de mi cotidianidad me provocaba un cansancio inaguantable, no podía dormir más de horas porque la preocupación de no encontrarla me despertaba alterándome, de inmediato la ansiedad me recorría, odiaba todo a mi alrededor, todo estaba tan jodido sin ella.

Por las madrugadas caminaba de un lado a otro en la habitación en la que me hospedaba, fumando como sí no hubiera un mañana y llorando desconsoladamente como un niño pequeño, era terrible no saber nada de ella, yo me sentía prácticamente anulado, así que no soportaba más y salía nuevamente a buscar a mi ángel sin rumbo fijo hasta que el cansancio me vencía, y regresaba de nuevo a la casa de huéspedes totalmente deshecho.

Entré en un pequeño bar llamado: "Folie" el nombre era una auténtica broma de mal gusto para mí, porque precisamente eso era lo que yo sentía, una locura interminable, sin embargo ya lo había frecuentado en un par de ocasiones más, sin tener alguna pista de mi ángel; me senté en un banco frente a la barra y ordené un whiskey, mientras esperaba que me lo entregaran, saqué un cigarro y lo encendí rápidamente, la nicotina me hacía sentir vivo, aunque sólo fuera de forma tan efímera y la realidad era la que me consumía rápidamente.

Había bebido un par de tragos y fumado unos cigarros más, iba a pedir la cuenta cuando mi sistema nervioso se paralizó, esa conocida y tan necesaria descarga de adrenalina se apoderó de mí, alborotando cada partícula de mi cerebro, ése perfume que tanto había implorado percibir me hizo despertar y poner mis cinco sentidos alertas, la clara visión de mi dulce ángel entrando en el lugar me hizo estallar en grandes sensaciones y emociones todas y cada una incontrolables, pero la noté tomada de la mano de ése chico y algo en mi interior se rompió, inyectando una tristeza ensordecedora en mis oídos, de pronto no había un solo ruido a mi alrededor, todo desapareció y adquirió un tono tan oscuro como abrumador, creí haberme perdido en un submundo lleno de desolación y melancolía, cada milímetro de mi piel era sacudida por esa sensación desesperante y apabullante, lo que yo había soñado como un reencuentro entre mi ángel y yo ahora solo se había perdido en mi mente, se había desvanecido en algún punto de mi cordura.

Ella pasó a escasos metros de mí sin notarme, como siempre lo hacía, como siempre yo era un fantasma para Nadia, abrazaba al novio de la pelirroja, Parker, si mal no recordaba, ¿Pero qué hace con él? Mi subconsciente dijo en voz alta.

Me quedé sin poder mover un sólo músculo de mi cuerpo, la sorpresa de tenerla a escasos metros me alteraba de forma incontrolable, mi piel se erizó en cuanto me di cuenta de lo que había sucedido con Nadia, la imagen que tenía ante mis ojos de ella era tan dolorosa que me partía en millones de pedazos el alma, su mirada estaba opaca sin ése brillo que me sedujo hasta lo inimaginable, su piel ya no se notaba tersa y suave, sus manos temblaban de una forma aterrante; un balde de agua fría cayó encima de mí, abriéndome los ojos a esa insospechada realidad, tan vacía y tan dolorosa que, me fue imposible respirar, negué repetidamente como sí la vida se me fuera en ello, no aceptaba a la Nadia que estaba ante mí, pensé que era sólo un producto de mi imaginación, sin embargo escuche su risa y fue ahí donde todo se desmorono.

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