¿Quién eres?

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Capítulo 36

(Nadia)

—¡¿Demián?! —mi voz sonó un tanto entrecortada, mi cuerpo comenzó a temblar y mis ojos se cubrieron rápidamente de lágrimas, me di cuenta que era Demián la persona que estaba frente a mí, y eso me hizo sentir muy aliviada porque intuía que él jamás me haría daño, él era bueno, siempre supe eso.

Justo cuando iba a decir algo, un zumbido fuerte llegó hasta mis oídos y mi mente gritó: ¡No es Demián, huye!; el pánico se apoderó de mí, así que como pude empecé a luchar para zafarme del fuerte abrazo en el que ése sujeto me tenía, pero mis escasas fuerzas no ayudaban en mucho.

Grité histéricamente llena de miedo porque mi cerebro me estaba jugando una pésima broma, lo sabía, estar sin drogarme no sé por cuántos días ahora me había afectado al grado de enloquecerme; seguí gritando, luchando para que él me soltara, pero era inútil, él se aferraba más a mi cuerpo, era tan fuerte y tan alto que me sentía diminuta. De pronto mi vista comenzó a nublarse, sentí un fuerte golpe en la cabeza, no podía escuchar nada, sólo ese maldito zumbido en mis oídos, todo se oscureció de nuevo.

Cuando abrí los ojos, me encontré frente a frente con alguien absolutamente desconocido, así que entré en pánico y como pude logré escapar de sus brazos, mis propios gritos impidieron escuchar lo que ése sujeto decía, yo sólo quería salir de ahí a como diera lugar, el terror me hacía sudar y temblar como jamás en mi vida lo había hecho, estaba temblando completamente aterrada.

— ¡Déjame! ¿Quién eres? ¿Quién eres? — gritaba con todas mis fuerzas, estaba a nada de entrar en crisis de nuevo. — ¡No me lastimes, por favor, no lo hagas, te lo pido! — suplicaba con mi cara cubierta de lágrimas, esto era una pesadilla.

(Demián)

Las manos me temblaban fuertemente, las lágrimas no paraban de bajar por mis mejillas y mi alma estaba hecha pedazos, jamás habría esperado la reacción de Nadia cuando realmente se diera cuenta de que yo estaba ante ella, imaginaba y soñaba que las cosas serían diferentes, pero el miedo en sus ojos se clavó en mi mente, dándome una fuerte puñalada en el corazón, todo esto era horrible. Aunque debía entender que era muy posible que siguiera con sus alucinaciones, no iban a dejar de aparecer en su mente de la noche a la mañana, y tal vez era por eso que ahora Nadia me veía como un completo extraño.

Mi ángel estaba arrinconada en una esquina, temblando de miedo, con sus ojos cubiertos por miles de lágrimas, su boca estaba entre abierta y repetía: "No me lastimes, por favor", apenas tuvo un poco de lucidez, escapó de mis brazos, saltando en un segundo al suelo para irse a gatas hasta el rincón donde ahora se encontraba.

Quise acercarme a ella, pero sus gritos me lo impidieron, de verdad estaba aterrada, quería pensar que la abstinencia estaba afectándola de un modo que no podía entender por completo, sobre todo porque yo emocionalmente también estaba mal; mi dulce ángel no quería que estuviera cerca de ella, lo gritaba, lo pedía con tanta vehemencianque mi alma se partía en millones de pedazos, esto no podía estar pasando, no podía.

Medité unos minutos para buscar la tranquilidad y el equilibrio que necesitaba para mediar el momento en que nos encontrábamos, no iba a avanzar sí seguía dejando que mis emociones me gobernaran, necesitaba estar sereno y usar mi cerebro para intentar convencer a mi ángel de que por ningún motivo iba a dañarla.

—¿Nadia? —hice una pausa, esperando que me pusiera atención, y cuando lo hizo, hablé de nuevo —¡Soy yo, Demián, no voy a hacerte daño! —dije con voz suave, intentando tranquilizarla.

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