Revelación

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Capítulo 38

(Demián)

Había salido muy temprano para comprar algunas cosas que hacían falta en la despensa, traté de tardarme lo menos posible porque me aterraba dejar a mi dulce ángel sola en aquella casa, tal vez en algún momento podríamos salir los dos juntos, pero eso ya se vería con el pasar de los días.

El viaje fue rápido, así que ya estaba volviendo a casa, estacione el automóvil y de inmediato entré, quería cerciorarme de que mi ángel estuviera bien, y que en mi ausencia no hubiera pasado nada. Subí por las escaleras y rápidamente puse mis ojos en las pantallas, para ubicar a mi ángel, ella estaba sentada en la cama, pegada a la pequeña cabecera de madera abrazando sus piernas, me afectaba verla así pero no dudaba que en algún momento las cosas fueran mejor para ambos.

Me dispuse a hacer todas las cosas que tenía planeadas, me daría prisa para que la comida estuviera lista, decidí bajar y pedirle a Nadia que me ayudara con la preparación, deseaba que ella aceptara y así poder pasar tiempo juntos, que era lo que más anhelaba.

Abrí la puerta y baje despacio, con el corazón latiéndome apresuradamente como siempre me pasaba cuando sabía que la vería.

—¡Hola Nadia! —sonreí ligeramente; ella sólo me miró brevemente para después seguir mirando sus manos. —Quería ver sí te gustaría ayudarme allá arriba, hoy quiero preparar algo de comer para los dos.

Negó con la cabeza

—¡Vamos mi ángel, necesitas distraerte!

—¡Ya te he dicho que no me llames así! — habló fuerte, pero no me inmute.

—También te he dejado claro que no pienso decirte de otra forma, así que puedes aceptarlo y hacerte a la idea, o simplemente seguir enfadándote por eso, de igual forma seguiré nombrándote así.

Nadia me miró cómo sí quisiera estrangularme, pero aun así no dejaría de decirle de esa forma.

—¿Por qué no me dejas sola? —siguió mirando a la pared.

—Sé que la situación no es la mejor entre nosotros, pero al menos deberíamos darnos una oportunidad para conocernos y tratar de estar tranquilos aquí.

—¡No sé que cómo quisieras que me comportara, y a decir verdad me importa poco lo que pienses de mí, no creas que por tratarme de alguna forma yo inmediatamente aceptare estar en este maldito lugar y tú y yo seremos amigos o lo que tú mente pervertida quisiera que pasara entre nosotros!

Solté una carcajada, lo de pervertido rompió con la molestia que empezaba a sentir.

—¿Así que crees que soy un pervertido? —dije entre risas. Mi ángel se notaba claramente confundida por mi reacción. —Te voy a decir algo, y es realmente en serio, Nadia, sí yo fuera un maldito pervertido, créeme, no te tendría aquí, y mucho menos estarías vestida de esa forma, seguramente no tendrías un minuto de descanso, ni siquiera habría privacidad aquí, así que deja de pensar que soy eso, porque no lo soy...

—¿Me vas a decir que nunca me has visto desnuda por las cámaras cuando me cambio de ropa? —ahora era ella quien reía.

—¡Jamás te he visto desnuda, aunque para serte franco, la próxima vez que te observe por la cámara pensaré dos veces en apagarla cuando estés a punto de cambiarte!

Camine hasta llegar a las escaleras, no pensaba seguir discutiendo por cosas que realmente eran innecesarias.

—¡Me has visto desnuda, Demián, cuando desperté aquí no estaba vestida de la forma en que recordaba, así que supongo que tú me habrás cambiado, hasta donde yo sé, somos sólo tú y yo en esta casa!

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