Intención

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Capítulo 52

(Demián)

—La chica que era Nadia se había quedado atrás, en algún punto —suspire —Nadie parecía haberse dado cuenta de que ella poco a poco iba dirigiéndose hacia un final eminente, el desenlace sería fatal si nadie lo hubiera notado, pero yo lo noté, y no quiero crédito por eso, lo dije anteriormente, era mi deber cuidar de ella —hice una pausa —En cuánto me di cuenta de la magnitud del problema, tuve que tomar decisiones, de las cuales no me arrepiento en lo más mínimo...

Varias voces recriminaban lo que había dicho, pero era la verdad.

—¿Así que no se arrepiente? —preguntó enérgicamente Rickman.

—¡No, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría!

El abogado levantó los brazos hacia el cielo.

—¡Lo haría porque el resultado está ahí, es visible, es tangente! —miré a los padres de Nadia —Su hija está ahí con usted, doctor Foster —Eric quería matarme, se notaba la furia en sus ojos —Sé que me odian, y es justo lo que esperaba recibir de ustedes, no esperaba ni pensaba que iban a dejar pasar esto, así que no voy a victimizarme...

—Sólo eso faltaría, después de hacer esa bajeza, sería una locura que pretendería ser santificado en el juicio — habló Rickman con tono sarcástico.

—Estoy consciente, siempre estuve consciente de que lo que hacía podía terminar así, y para ser honesto no me importaría ser encarcelado por lo que hice, al final la mujer que amo está sana y a salvo, está lejos de ese maldito monstruo, lejos de lo que podía matarla —miré directo a mi dulce ángel —¡Vale la pena pudrirme en una celda con tal de que Nadia esté bien!

—Me parece una actitud conmovedora, pero no necesitamos de sus frases construidas...

—No son frases construidas, solo es el amor que siento por ella, así de grande es como para minimizarme a nada, como para sufrirlo todo con tal de ver a mi ángel libre, siendo feliz.

Baje la vista hasta mis zapatos, mis ojos estaban atiborrados de lágrimas, pero no iba a dejarme ganar, no mostraría debilidad, no cuando el hijo de puta de Dugarry estaba regocijándose frente a mí.

—Señor Holden, de verdad quisiera creerle, creer en su bondad, en el amor que dice sentir por mi cliente, pero cuando me pongo a pensar en el sufrimiento que le causó a la familia Foster, a sus conocidos, a la propia Nadia, y hasta a la familia Holden, porque también pienso en sus padres, aunque no lo crea, solo hay una palabra que ronda mi mente y esa palabra es egoísmo —se paró frente a mí y me miró fijo —Sólo un ser egoísta como usted, podría pasarse por alto el sufrimiento y angustia de la gente que le rodea, solo un ser egoísta como usted dejaría a la deriva las personas que supuestamente le importan con tal de salirse con la suya, sólo un ser egoísta como usted haría sufrir a la mujer que ama, disfrazando sus bajos instintos en amor.

Analicé cada palabra, tal vez tenía razón, tal vez sí era un ser egoísta y camufle eso para convencerme a mí mismo de que el amor que sentía por mi perfecto ángel validaba cualquier situación reprochable.

—No sé cuál será el dictamen, ni si usted al final se salga con la suya, lo que sí sé es que cometió un delito, y ése delito debe ser pagado por más maravilloso y fuerte que sea el tan mal llamado amor que siente por la señorita Foster.

—Sí cometí un delito, no voy a negarlo, soy un hombre completamente cuerdo como para saber que por eso debo pagar, pero nadie ni nada va a cambiar las circunstancias que me empujaron a cometer ese delito por el que tanto me juzgan.

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