Día de furia

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Capítulo 54

Siete meses después...

(Nadia)

Me sentía sumamente nerviosa, mi corazón latía con fuerza, mientras caminaba de un lado a otro por la pequeña sala del departamento de Frank; quería que las cosas salieran bien, además ansiaba ver al alemán.

Hacia una semana me había contactado por medio de Connor, quería verme, charlar conmigo, y yo también moría de ganas por verlo de nuevo, así que aquí estaba, a la espera de que el rubio apareciera, como él no podía decirme la hora exacta en la que llegaría, sólo me restaba esperar; incluso le había confirmado a mi hermano ayer por la noche con un mensaje que decía: "Mañana".

Aún seguía bajo el resguardo del FBI, ellos debían ser más que cautelosos en todos los aspectos con la seguridad, de ninguna manera Leo podía ponerse en riesgo, ya que era uno de los principales testigos en el caso que el gobierno de Francia llevaba en contra del maldito monstruo de Alan.

Volví a mirar mis uñas de nuevo, la espera me estaba matando; en cuanto sonó el timbre mi pulso se disparó y mi estómago se hizo nudo casi al instante. Me dirigí hacia la puerta y antes de abrirla me cerciore de quien estaba detrás de ésta.

Una enorme sonrisa estaba dibujada en el rostro de Leo, se veía tan sano, tan limpio, tan atractivo, por inercia sonreí también, mientras abría la puerta, sintiéndome sumamente feliz. Sin dudarlo, me arrojé a sus brazos, los suyos rodearon mi cintura, y sus labios besaron mi mejilla izquierda, al mismo tiempo que yo besaba su derecha.

—¡Estoy tan feliz de verte, Nadia! —dijo, aun con sus labios pegados en mi mejilla.

Mis ojos se cristalizaron, mi corazón estaba muy acelerado, ni siquiera me sobresalte cuando dos agentes entraron a inspeccionar el lugar, ya que seguía absorta en esas emociones felices.

—¡También estoy tan feliz de verte de nuevo, Leo! —hablé conmovida ante su calidez, la cual me había reconfortado instantáneamente; sujete su mano y lo conduje hacia adentro de la sala, para cerrar la puerta tras de mí, después de que el par de agentes salieran del departamento.

Cuando estuvimos dentro, volvimos a abrazarnos, la emoción nos ganó porque sin decir nada más comenzamos a llorar como dos niños pequeños; realmente el estar juntos en ése preciso momento, nos hacia felices, no tenía duda de eso, pero también nos había removido miles de recuerdos dolorosos.

Seguimos abrazándonos, consolándonos el uno al otro por todo lo vivido, porque nadie podía entendernos mejor que nosotros mismos; eso era lo que más extrañaba y adoraba de Leo, la forma en la que parecía tener la calidez suficiente para darme confort y consuelo.

De verdad quería tantísimo a éste chico rubio, aún podía percibir ese vínculo especial que nos unía y nos mantenía en la misma línea, esa línea que era un lazo inquebrantable, y aunque no estuviéramos destinados a ser nada más que amigos, lo seríamos de por vida, podía jurar que sería así.

—Siempre quise ser yo el que tuviera completamente tú corazón —murmuró cerca de mi oído derecho.

No dije nada, aun estaba pensando en esos recuerdos que seguían pareciendo muy cercanos y vivos.

—Ahora sé que un hombre extraordinario merece llevarse tú corazón y alma por completo.

Lo miré directo a los ojos y le sonreí, a lo que él respondió de igual manera.

—Tú siempre vas a estar en mi corazón, Leo, siempre —sujetó mi mano izquierda entre la suya.

—Y tú en el mío, siempre —me devolvió la sonrisa —¿Sabes? Muchos días intenté decirte lo que sentía por ti, pero nunca tuve el valor suficiente como para decírtelo de frente, sentía una especie de barrera entre tu y yo, y por más que estuviéramos juntos, que pasaramos la mayor parte del tiempo en el mismo lugar, algo me hacia detenerme cuando quería decirte que estaba locamente enamorado de ti, y justo cuando creí que podía vencer ese miedo y echar abajo esa barrera, pasó esa terrible experiencia...

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