No existes

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Capítulo 18

(Nadia)

Candy y yo estábamos de compras, ya que mi padre me había obsequiado una tarjeta de crédito para que la usara de la forma en qué quisiera y decidí renovar un poco mi guardarropa.

—¡Esto se te vería increíble! —la pelirroja me mostró un vestido bastante corto de color nude.

—No lo creo, me parece que me vería como una ramera —me escandalice un poco.

—Ay vamos ¿Cuándo vas a dejar de esconder tú cuerpo? Eres hermosa, deberías aceptarlo.

—No me gusta enseñar de más, lo siento —caminé hacía el otro rack de ropa y tomé unos jeans negros.

—¡Que aburrida! —mencionó Candy en cuanto estuvo a mi lado.

—Lo sé —reí un poco.

Habíamos quedado en ver a Sebastián y a Parker en el centro comercial a las cuatro de la tarde, y faltaban cinco minutos para eso, así que nos dimos prisa y pagamos rápidamente para ir al lugar que habíamos acordado con los chicos.

Últimamente pasábamos mucho tiempo los cuatro juntos, pero había ocasiones en los que me sentía un tanto incomoda cuando me quedaba a solas con Parker, y es que realmente había algo en él que no me terminaba por gustar, jamás se lo había dicho a Candy, porque lo que menos quería era tener una pelea con ella, conociéndola, no me creería, para ella Parker era el tipo más perfecto del planeta y que yo insinuara que él me miraba de forma un tanto obscena, desataría un conflicto, y yo quería pensar en que bien podría ser invenciones mías, ya que Hallman nunca me había dicho o insinuado algo de forma directa, así que prefería dejar el tema en paz.

Decidimos ver una película, pero en cuanto Parker y Candy empezaron a toquetearse de forma descarada, Sebastián y yo nos pusimos de pie para salir del lugar, no era que me hiciera la recatada ni nada por el estilo, pero me avergonzaba un poco ser espectadora de una situación así.

Caminamos por el centro comercial hasta llegar a una heladería, compramos un par de helados y nos sentamos en las bancas de madera que estaban en la terraza; era un día soleado, lleno de nubes blancas y el ambiente se sentía relajado.

—Estaba pensando en ir el siguiente fin de semana con mi padre a Vermont, para visitar a mis abuelos... —comentó Sebastián, mientras comía un poco de su helado de chocolate.

—¡Oh, suena fantástico! —le respondí tratando de que no notará un poco de decepción en mis palabras, no era porque fuera egoísta y querer que sólo estuviera conmigo, sino que no verlo un fin de semana implicaría quedarme en casa, seguramente aburrida y echándolo de menos hasta el cansancio

—Podrías venir, sí quieres —sujetó mi mano.

—No lo sé, no creo que a mis padres les agrade la idea de que me vaya contigo un fin de semana —fijé mi vista en el piso.

—Les pediré permiso, o le diré a mi padre que hable con ellos, lo que tú quieras —pasó su pulgar por mi mejilla derecha, cerré los ojos y disfrute de su contacto, su calidez siempre lograba hacerme sentir mejor —¿Qué es lo que traes puesto en el cuello? —abrí mis ojos ante la interrupción de su pregunta.

—¿Eh? —lo miré.

—¿Esto? ¿Quién te lo dio? —me observó fijamente.

Tomé la cadena y apreté fuertemente el dije en forma de alas.

—Me lo obsequiaron en la fiesta.

—¡Ahhhhh! —puso su mano encima de la mía con la que sujetaba el dije —¿Puedo verlo?

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