Amistad

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Capítulo 22

(Demián)

Dos semanas pasaron y realmente cada día me costaba más levantarme de la cama, me sentía sin fuerzas, sin ánimos, sin deseo de seguir con mi vida, el estar sin Nadia me jodía todo el sistema, no podía avanzar sin ese imán que me guiara por el camino que debería, todo estaba vacío, yo me sentía como un ente fuera de este mundo, en una realidad que aborrecía, que me lastimaba hasta lo más profundo de mi alma, las ganas de llorar me superaban, algunas veces me encerraba en el baño de la oficina para liberar todo el dolor que me consumía de forma rápida y certera, no hacía más que llorar hasta quedar sumamente agotado emocionalmente, después volvía a mi lugar, aparentando tranquilidad.

Me miré en el espejo, odiaba lo que veía, porque no me veía nada bien, estaba arruinado, y tener que simular estar de lo mejor sencillamente lo odiaba, pero debía aparentar, debía seguir con el único plan que tenía ahora, esperando que la rubia pudiera darme algún indicio de Nadia, rogaba hasta el cansancio que sólo hubiera una señal que me llevara hasta ella.

Frank había convencido a Alix de que me acompañara a la boda de mi hermano, el viaje lo hicimos los tres juntos, pero durante el trayecto Bagley eligió a Kellerman como acompañante de vuelo, así que yo respeté eso y agradecí que mi amigo fuera tan agradable y entretuviera a la rubia, mientras yo me dediqué a pensar y pensar en mi dulce ángel. Mis padres se emocionaron cuando me vieron llegar con la rubia, incluso mi madre habló conmigo a solas, haciéndome el comentario de que Bagley y yo hacíamos una pareja linda, cosa que pase por alto y fingí estar de acuerdo, aunque le dejé muy claro a mi mamá que sólo eramos amigos.

Durante la ceremonia, me la pasé diciendo mis plegarias a Dios, necesitaba creer en una fuerza divina para poder seguir adelante, me sentía desfallecer con tan sólo pensar en lo mucho que me afectaba la ausencia de Nadia, eso me estaba matando cruelmente. Me sentí culpable por no prestar atención a nada de lo que el sacerdote decía, pero mi mente simplemente estaba enfocada a pensar en mi ángel.

Ya en la recepción, Alix se mostró más cómoda conmigo, ya no la sentía tan distante e incluso se puso a charlar con mi padre, el cual de vez en cuando me miraba y asentía, como aprobando a la rubia.

Después de un rato, ella se acercó a mí.

—Demián, ¿Podemos hablar un momento? —me miraba detenidamente.

—¡Si claro! —me levanté de la silla para seguirla hasta el jardín, hacía un poco de frío y el cambio de clima se resintió en todo mi cuerpo, haciéndome tiritar.

Nos sentamos en una banca de madera.

—Yo... Quiero disculparme contigo, Demián, he sido una tonta todo éste tiempo, comportándome como una adolescente inmadura, de verdad lo siento mucho —puso su mano sobre la mía.

—No tienes por qué disculparte, fue entendible para mí que quisieras alejarte...

—Tenía miedo —dijo de pronto, y su confesión me sorprendió.

—¿Miedo? —pregunté fijando la vista en ella.

—Sí, miedo, miedo de no poder deshacerme de esos sentimientos por ti, de no poder superarte... Y ha sido muy difícil el proceso, para serte honesta.

—Te entiendo, créeme —me sentí mal por ella, de verdad Alix significaba mucho para mí.

—Y bueno... Sinceramente aún no he logrado superarte, pero estoy en proceso —sonrió —No me la pones fácil cuando te ves tan malditamente atractivo, como ahora.

Sonreí de automático, sonrojándome un poco.

—Lo siento, recuérdame la próxima vez vestirme como un pordiosero.

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