Viceversa

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Capítulo 33

(Nadia)

Mi mente estaba toda revuelta, entre miles de pensamientos, sentimientos y emociones, la mayoría eran destructivos, sólo en eso pensaba día y noche, cómo salir de toda esta aberración, y nunca encontraba algo que me ayudara a pensar con claridad y sensatez; ahora había aprendido a sentir esa necesidad de drogarme, aunque en primera instancia lo hacía no porque realmente lo quisiera sino porque a Alan le daba la gana mantenerme en ese estado para que no hiciera un caos por la muerte de Leo, después de obligarme a hacerlo a diario ya existían consecuencias en mi sistema, y ya no podía controlarlo.

Cuando el efecto de la droga se me pasaba, todo mi pequeño y sucio mundo se hacía añicos, mis ojos no paraban de llorar y mi consciencia no dejaba de gritar lo mucho que me dolía haber perdido a la única persona que se preocupaba realmente por mí, la única persona a la cual le importaba, la única persona que me mantenía cuerda en este sitio

Algunas veces me era preferible perderme en ese oscuro mundo a enfrentar la realidad donde Leo Müller ya no estaba y jamás estaría; para mí él era todo lo que me hacía fuerte, él me hacía resistir y creer que algún día seríamos libres de toda esta asquerosidad, sólo él podía darle un poco de luz a toda esta oscuridad donde estaba sumergida.

Todas esas veces que me sujetaba fuertemente entre sus brazos, diciéndome que no me dejaría nunca, que íbamos a salir de todo esto, ahora todos esos recuerdos me apuñalaban el corazón sin piedad, no podía sobrellevar lo que sentía porque no existía manera de hacerlo.

Alan ya no me había tocado desde su regreso y no sabía sí alegrarme por eso o no, porque temía que en cualquier momento él me dañara de una forma en la que jamás me podría recuperar, psicológicamente estaba arruinada, nada me había afectado más que la muerte de Leo, ni siquiera se compraba éste dolor con lo que sentí cuando Alan abusó de mí, definitivamente esto me afectaba más, me rompía el alma en pedazos sólo recordar a Müller y su hermosa sonrisa.

Ahora tenía mucho miedo, porque no sabía cuál sería mi destino, qué sucedería conmigo, estaba realmente mal, mi temor crecía más cuando imaginaba todas las cosas que Alan podía hacer conmigo, la que más me aterraba era sí en algún momento él me vendía a algún hombre o me prostituía, ¿Qué sería peor? Pero ya me había dado por vencida, ya no iba a luchar más porque no me quedaba ni una chispa de cordura, no tenía nada, salvo el miedo de que mi familia corriera peligro, eso era lo que más me afectaba del todo.

Parker tampoco hablaba conmigo, sólo para decirme que era momento de meterme cocaína, ya ni siquiera sentía algo de empatía por él, no sentía nada y sabía que era reciproco, sabía que él no se jugaría nada por mí, de ninguna manera se iba a arriesgar a desafiar a Alan.

—Ya es hora —Parker tenía en su mano esa maldita charola llena de polvo blanco.

Me senté en la orilla de la cama, ni siquiera levante la vista para verlo, no necesitaba encontrarme con su fría mirada. Se colocó frente a mí, esperando que hiciera mi "trabajo". Pasaron unos minutos, yo intentaba siempre tardarme lo más posible para que quizá mágicamente algo impidiera todo eso, pero no, nunca sucedía nada.

—¡Se buena, nenita! —el tono condescendiente con el que habló me provocó náuseas; acercó más la charola hacia mí. Después de un rato, salió por la puerta, me imagino que sintiéndose satisfecho de haber logrado su cometido.

Yo sólo me recosté en la cama, cerré los ojos y esperé que el efecto desquiciante apareciera en mi sistema y alborotara todos mis sentidos, espere a que mi mente se revolviera, espere a que esa porquería se adueñara de mí.

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