Instinto

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Capítulo 13

(Demián)

Iba mentalizándome para lo que iba a hacer, sentía cierto grado de culpabilidad, pero me estaba dejando dominar por la irracionalidad, cegado por esos celos que no me habían dejado en paz desde el día de ayer.

Apreté mis ojos fuertemente, respiré profundamente, iba a acabar con él con mis propias manos, ¿Estas seguro de lo que vas a hacer?, mi consciencia apareció en el momento en que ya nada me importaba. Levanté un poco mi cabeza y observé el cuello del chico, él estaba absorto en su mundo, ignoraba que en cuestión de segundos la canción que tarareaba sería lo último que haría en su vida.

Fui incorporándome lentamente, decidido a ir por todo, sabía que echaría a perder mi vida, pero ni siquiera eso tenía peso en la decisión que había tomado. Mi respiración se hizo un poco más profunda y mi corazón estaba vuelto loco, las manos me temblaban, pero no iba a dar marcha atrás, ya estaba convencido de que acabar con él sería lo único que calmaría todo el dolor que inundaba cada célula en mi cuerpo.

Estaba a punto de colocar mis dos manos alrededor de su cuello, cuando escuché el sonido de un celular, mis descarga de adrenalina se disparó al borde de lo incontrolable; rápidamente me recosté en el piso del automóvil.

Escuché el sonido de las teclas del teléfono que iban activándose conforme el rubio escribía, una puerta se abrió y la voz de otro chico apareció.

—Siento haberte hecho esperar, Sebastián, pero no encontraba el obsequio que iba a llevarle a Candy.

—No importa, no he esperado mucho —contestó.

Supuse que Nadia estaría con la pelirroja, pero mi nerviosismo no me dejaba pensar con mucha claridad; ahora mi plan había fracasado, porque no podría deshacerme de los dos, sólo era uno el que debía pagar, el otro me importaba poco menos que nada.

Ahora yo era él que podría ser descubierto dentro del coche, los dos seguramente me darían una paliza o llamarían a la policía, "Maldita sea", me reprimí a mí mismo, estaba en serios problemas.

(Nadia)

Eran las siete en punto de la noche, mis nervios estaban matándome, y mi estómago parecía querer atormentarme con esas mariposas inestables que recorrían cada centímetro de él.

El timbre de la casa de Candy sonó, ella y yo nos miramos con sonrisas de oreja a oreja, y es que sabíamos quiénes ya habían llegado. Respiré profundamente, me sequé el sudor de las manos en mis jeans negros y me di una rápida vista en el espejo; me veía bien, lo usual, pero tenía miedo de que mis nervios estropearan la noche, porque cuando me siento nerviosa suelo ser demasiado torpe.

Mi amiga y yo bajamos a abrir la puerta, en cuanto vi a Sebastián mi sonrisa se ensanchó, era imposible ocultar que me gustaba muchísimo y me estaba enamorando de él. Saludé a Parker como lo hago usualmente, pero cuando llegó el momento de saludar a Hicks, no supe si darle sólo la mano, o darle un beso en la mejilla, o qué; sin consultármelo, él me dio un rápido y corto beso en los labios, haciendo que mis mejillas quisieran estallar por el enrojecimiento que había provocado esa acción.

—Basta de tensiones y pasemos a la sala, no pienso quedarme a ver como ustedes dos —Candy nos señaló a Sebastián y a mí con su dedo índice —Siguen sin saber cómo comportarse el uno con el otro, me aburren —hizo una mueca, tomó la mano de Parker y caminaron hacía la sala.

Sebastián me miró y sonrió, noté que sus mejillas también estaban ligeramente rosadas, gesto que me provocó cierta ternura. Cerré la puerta, ambos caminamos hacia donde estaban Candy y su novio, los cuales ya estaban besándose de manera escandalosa, cosa que me hizo sentir un poco incómoda, ya que jamás había besado a alguien de esa forma.

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