Definiciones

393 29 83
                                    

Capítulo 6

(Demián)

Hoy me atreví a ir un poco más allá, crucé la calle y me paré frente al buzón de su casa, han pasado casi tres meses desde que la conocí y aún no sabía gran cosa de mi dulce ángel; miré hacia ambos lados de la calle, cerciorándome de que nadie estuviera observándome; eran alrededor de las nueve de la noche, la calle estaba totalmente desierta, salvo por las luces navideñas que alumbraban todas las casas, la suya parecía salida de un cuento invernal, esos en donde todo es caramelos bicolor, renos y miles y miles de luces de colores; por un instante anhele mi hogar, siempre disfrutaba de esa época, todo era perfecto en casa.

Abrí rápidamente el buzón y tomé el primer sobre que encontré, alejándome nuevamente del lugar a paso rápido. Caminé hasta el metro, bajé por las escaleras y esperé a que llegará el transporte, sintiéndome un tanto nervioso por lo que acababa de hacer, mi consciencia grito: "¿Ahora robas la correspondencia de los padres de tu ángel?"; respiré profundamente, agarrando fuertemente mi diario y el sobre blanco que llevaba en mi mano derecha.

Subí al vagón, afortunadamente no había mucha gente en él, así que tomé asiento; miré el sobre, dándole vueltas y vueltas al hecho de sí abrirlo o no, hasta decidirme por fin a abrirlo, era un estado de cuenta de una tarjeta de crédito, estaba a nombre de: Eric Foster; "Así que te apellidas Foster, mi ángel..."  Pensé, al menos sabía algo más personal sobre ella.

Y es que había tratado por todos los medios investigar a nombre de quién estaba la casa donde vivía, pero los datos eran confidenciales; yo ya me estaba muriendo por saber su nombre, y al menos tener su apellido, albergaba algo de esperanza en mi corazón.

Con el anhelo aún vivo por mi familia, decidí ir a visitarlos, no había visto a mis padres desde la graduación, y siendo totalmente honesto, los echaba de menos. Aún conservaba las llaves de la casa, pero se me hizo una descortesía abrir la puerta, ya que no vivía más ahí, así que toqué el timbre; segundos después, mi padre apareció abriendo, su cara reflejaba una gran sorpresa.

—¡Hola, papá! —dije con voz media, me sentía un poco intimidado ante su mirada.

—¡Demián! —mi madre bajó rápidamente por las escaleras, apartando a mi padre, para darme un cálido y fuerte abrazo —¡Ya te extrañaba, no sabes lo vacía que se siente esta casa sin ti, pasa, que gusto que estés aquí!.

Y así era mi madre, una mujer que podía ser muchas veces una total y absoluta tortura, más cuando no se hacía lo que ella creía que era lo mejor; pero la mayor parte del tiempo, siempre era cariñosa, decidida, muy afectuosa, yo la amaba incondicionalmente y sabía que era recíproco, si bien teníamos nuestras diferencias, y más en los últimos días, al final, ella siempre sería mi madre, y eso me hacía sentir afortunado.

Cenamos los tres juntos, ya que había llegado cuando ellos estaban a punto de sentarse a la mesa. Mientras mi madre me contaba todo lo que había ocurrido desde que me mudé, yo me devoraba el spaghettis con pesto y pollo que ella había preparado, apenas si yo murburaba algo de vez en cuando y es que el tiempo lejos de casa, había traido un cambio muy significativo a mi alimentación, Frank y yo éramos unos pésimos cocineros, estábamos sobreviviendo gracias a la comida rápida y los sándwich de atún que a veces yo preparaba, pero estaba hartándome de eso, incluso me atrevo a decir que había bajado de peso. La comida de mi madre siempre ha sido una de mis debilidades, así que había disfrutado plenamente la cena.

Mamá fue a la cocina dejándonos a mi padre y a mí, solos, "Esto va a ser incómodo", pensé.

—Así que estás trabajando, Demián, ¿Cómo te va? —mi papá bebía su vino tinto.

El ExtrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora