Cierto

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Capítulo 48

(Demián)

Los minutos pasaban y la desesperación se hacía más presente en mi sistema; estaba tan angustiado por lo que sucedería en las próximas horas que había olvidado afeitarme, pero no tenía ningún ánimo de lucir bien frente a mi padre y mi hermano, a estas alturas lo único que me interesaba era hablar con ellos.

Ellos vendrían a la penitenciaría, por primera vez, habían pasado dos semanas desde que me entregué a la policía francesa, realmente lamentaba que fuera en éstas condiciones que volviera a ver a mi familia, sin embargo no me arrepentía en lo más mínimo de lo que había hecho, porque afortunadamente había logrado que Nadia Foster se enamorará de mí y estuviera a salvo de cualquier peligro.

El día que me entregué, me entrevistaron algunos agentes del FBI, y en primer instancia preferí no decir nada hasta que mi abogado estuviera presente, y cuando Dereck apareció, sólo nos dieron algunos minutos de entrevista, alegando que no podía estar más tiempo sin que la comisión de derechos humanos estuviera en el lugar, pero ésta jamás llegó.

Días después tuve otros dos interrogatorios, sin embargo intenté no ahondar mucho en nada, al menos hasta poner al tanto de todo a Dereck, sabía cómo funcionaban las cosas legalmente, así que no iba a buscarme problemas declarando cualquier cosa a algún agente, primero tenía que informar a mi abogado de mis necesidades.

Ahora cinco días después de mi detención, me encontraba recluido en un área especial para internos que no han sido llevados a juicio o que están en proceso de extradición; no había forma de tener mucho contacto con algún interno porque nos permitían salir al área común solo una hora diaria, así que estábamos en nuestro lugar la mayor parte del tiempo, y eso no me afectaba del todo, ya que nunca fui una persona muy sociable, entonces podía manejar bien esa limitante.

El cuarto donde estaba era bastante pequeño, sólo había una cama, un escritorio de acrílico que también era usado como mesa de comida, y el área de baño estaba rústicamente equipado con lo más imprescindible; no había ventanas que me distrajeran porque las que había estaban por sobre mí a unos dos metros, así que no tenía forma de ver algo más que las cuatro paredes donde estaba recluido.

La única forma de distraerme era leyendo, porque sí tenía derecho a pedir algún libro, pero sólo eso, justo ahora estaba leyendo un libro de poemas de Bécquer; las horas me parecían semanas, y la mayor parte del tiempo me la pasaba rememorando todos esos hermosos recuerdos que tenía de mi dulce ángel y yo en Arlés; eso me llenaba de vida y me daba un poco de fe; me aferraba a casi todos esos momentos para mantener la cordura, no quería desestabilizarme, necesitaba estar sano mental y físicamente.

Un custodio se asomó por la pequeña ventanilla que estaba en la puerta de metal gris; me levanté de la cama de inmediato.

—¡Holden, permanece de cara a la pared! —habló, seguí sus instrucciones —Pon ambos brazos hacia atrás.

Acerqué mi rostro a la pared y deje mis brazos en la espalda.

—Ahora abrirán la puerta —un fuerte sonido eléctrico se escuchó, la puerta se abrió, el custodio entró y me esposó rápidamente —¡Camina! —me dio un leve empujón.

Caminamos por el amplio pasillo color blanco, observé algunas puertas, pero no se veía quien estaba detrás de ellas. Llegamos al área especial para entrevistas y visitas, en cuanto entré mi hermano y mi padre se pusieron de pie. Después de que me quitaran las esposas, me permitieron ingresar a la estancia, papá corrió a darme un fuerte abrazo.

Las lágrimas estaban a nada de salir de mis ojos pero las contuve rápidamente, me sentía tan apenado porque él estuviera pasando por todo esto, siendo mi culpa, de verdad esperaba que mi familia no perdiera la fe en mí.

El ExtrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora