- ¿Está mi hermano ahí dentro?
La secretaria rodó los ojos por encima de sus gafas, mirándose a Kanon con la frente arrugada y los labios apretados en un rictus de completo desagrado.- El Señor Fiscal ha ordenado expresamente que nadie le moleste.
- Me parece cojonudo, pero yo no soy nadie. Soy su hermano, así que ya puede avisarle que estoy aquí.- Kanon dejó el casco-cesta sobre el escritorio de la mujer para reacomodarse la chupa de cuero que colgaba de su hombro y que mostraba ciertas intenciones de precipitarse al suelo.
- Lo siento, señor. Según mi entender, nadie es nadie. Deberá esperarle fuera.- Kanon exhaló un rápida respiración por la nariz, se mordió el labio inferior durante un segundo y ni se lo pensó de más a la hora de rodear el escritorio, asegurarse la inquieta chaqueta bajo el brazo y mostrar la intención de toquetear los dispositivos de comunicación directa con el despacho del fiscal.- ¡¿Pero qué hace?! - Exclamó la mujer, arrastrándose con rapidez lejos de él gracias a la agilidad de la silla rodante y un buen empellón de pies.
- ¿Qué botón comunica con Saga? - Kanon estaba inclinado sobre una especie de teclado telefónico repleto de números y botones de colores con diferentes extensiones grafiadas encima.- ¿Éste tal vez? - Tanteó ante la mirada de estupor de la secretaria, que no daba crédito a la irrespetuosa escena que estaba viviendo.
- ¡No toque nada o aviso a seguridad!
- Ya lo hago yo, no se preocupe.- Dijo Kanon sin pudor alguno.- ¿El de seguridad cuál es? ¿Éste? ¿El rojo? - Preguntó, ladendo el rostro para avistar a la secretaria a través de varios mechones azulados que codificaban su visión.
- ¡Ni se le ocurra! ¡Ese comunica con el despacho del Juez Dohko! - Exclamó la mujer, llevándose una mano a los labios para evitar subir demasiado el tono. O para ocultar la palidez que le estaba ocasioando tanto alboroto sin control.
- ¡Mierda! No, joder, el Juez Dohko ahora no...¿Es éste, entonces? - El dedo índice de Kanon rozó la superfície de un botón de color verde, consiguiendo que el nerviosismo que se había apoderado de la secretaria subiera una revolución más.
- ¡Deje de tocar! ¡Se lo exijo!
- ¡Si aún no he tocado nada!
- ¡Está invadiendo un área de trabajo personal!
Kanon se irguió, cambiando de táctica ante la poca flexibilidad que se empeñaba en ofrecer la mujer. Regresó ante el escritorio y revolvió los objetos que estaban guardados dentro del casco hasta dar con su cartera, de la cual extrajo cinco euros y los plantó de un manotazo sobre la mesa.- Baje a desayunar. Le invito yo.
- Ya he desayudano en casa. Gracias.- Le replicó la secretaria, recuperando su posición tras el escritorio mientras sus manos se preocupaban de recolocar todos los bolígrafos y fajos de post-it que Kanon no había siquiera rozado.
- Pues baje a fumarse un pitillo.- Kanon le acercó el paquete de tabaco ofreciéndole un ejemplar de su preciada mercancía.
- No fumo.
- ¡Váyase! ¡Ya no sé cómo decírselo! - Kanon agarró el billete, tomó la mano de la mujer y le endosó el dinero sin darle más margen para negativas.- ¡Baje a la cafetería, salga a la calle, haga lo que le de la puta gana, pero váyase! ¡Necesito hablar con mi hermano y no quiero que nadie nos escuche! - La mujer le miró con pavor, sintiéndose amenazada por la versión asalvajada del hombre por el que ella trabajaba. Cohibida ante el ímpetu con que Kanon le juntó las manos y las agarró entre las suyas, hallándose inclinado hacia ella para mirársela a los ojos y cambiar órdenes por súplicas.- Por favor, se lo ruego...Necesito hablar con Saga y es posible que nos gritemos...que nos insultemos...o no, qué se yo...pero...no querrá tener que ser testigo de ello ¿verdad?