- ¿Saga?
Los seguros pasos del Fiscal hicieron caso omiso a la pronunciación de su nombre, la cual se redujo a una suave caricia que tanteó sus oídos sin poder rasgar su concentración. La voz femenina volvió a pronunciarlo, esta vez con un poco más de énfasis, reafirmándolo al haber captado su atención.- Eres Saga, ¿cierto?
- Sí, el mismo...- respondió Saga al darse media vuelta, hallándose frente a una mujer que el afán de alcanzar destino había obviado a su paso. Quedándose mudo ante la sorpresa de descifrar la identidad de quién le sonreía con sincero afecto.- ¿Úrsula?
- La misma - replicó ella, emulando la respuesta dada por el Fiscal.- Bueno, aunque con unas cuantas arrugas más a cuestas - añadió con su innata coquetería.
Saga no sabía qué hacer. En ningún momento había previsto la posibilidad que existiera esa escena extra y se hallaba dudando en si tenderle la mano a modo de saludo, darle un par de besos como se había acostumbrado a hacer de adolescente o quedarse ahí, palplantado como un estúpido al que le sobraba el maletín, la americana que colgaba de su brazo y la corbata que se escurría de la supuesta protección que le conferían los pensados pliegues de la prenda.
- Discúlpame...- balbuceó con torpeza, reacomodándose todas las pertenencias en su flanco izquierdo para poder ofrecerle la mano.- ¿Cómo estás? - Ella rehusó el gesto con la autoridad que le daba la edad y se acercó un paso más para apoyar las manos sobre los hombros de Saga, siendo ella misma la que mostrara la intención de saludarle como habían hecho siempre. Saga se inclinó por inercia, facilitándole el propósito y correspondiéndole del mismo modo.- ¿Qué haces aquí...? - Atinó a preguntar Saga una vez hubieron compartido los dos besos de rigor, uno por mejilla.
- Después de la visita con la que me sorprendió ayer tu hermano no pude dejar de pensar en Aspros...- Confesó con palpable nostalgia.- Me surgió esta inoportuna añoranza que aparece cuando menos la necesitas y desde ella mis pensamientos viajaron hacia vosotros dos...En lo que Kanon me contó que estáis enfrentando...- Prosiguió, sintiéndose extrañamente cómoda ante Saga.- Algo dentro de mí me dijo que debía venir.- Sus labios se estiraron en una triste sonrisa que pretendía defender la validez de dejarse llevar por corazonadas sin fundamento.- Así que no me lo pensé. Cogí el coche y regresé a Atenas después de...¿once años? Sí, sí...once años han transcurrido ya desde que Aspros falleció...
Saga no dejaba de mirarla, de apreciar bajo todos los trazos de delicado maquillaje las facciones de esa mujer joven, segura y extrovertida que se había ido marchitando junto a las esperanzas de hacerse un lugar en el seno de una familia fracturada, imposible de restaurar.- No sé qué decirte, Úrsula...la verdad es que me tomas completamente desprevenido...
- Ay, cielo ¿cómo crees que me quedé ayer al abrir la puerta y descubrir a tu hermano y su eterno amigo inglés a su lado? - se rio, sacudiendo la cabeza con gracia para apartarse un ondulado mechón rubio que se empeñaba en caer cerca de su colorida mirada.- Te confieso que las veces que había imaginado un posible reencuentro con alguno de vosotros dos, Kanon no entraba en mis visiones. Siempre supuse que si alguna vez me volvía acercar al clan Samaras serías tú el protagonista, pero no tu hermano, quien siempre me detestó. Y fíjate cómo son las ironías de la vida...
Saga se esforzó en dibujar algo parecido a una sonrisa que apenas se vislumbró. Los reproches con que Kanon le había avasallado aún retumbaban en su mente y seguir negándose a su parte de razón carecía de sentido.- Te agradezco que le recibieras y que le entregaras lo que durante años te estuvo confiando mi padre...- Dijo al fin, incapaz de librarse todavía del incómodo corsé que le mantenía rígido ante ella.-
- ¿Os ha servido?
- Espero que hoy pueda convertirse en una buena arma con la que poder combatir...- Úrsula asintió acompañando a Saga en su deseo mientras su mirada no cesaba de apreciar todos y cada uno de los rasgos que conformaban el rostro del joven Fiscal, tan igual al de su hermano y a la vez tan distinto cuando entraba en juego esa colección de matices gestuales, únicos privilegiados de hacer diferencias entre los dos. El hecho de saberse observado de esa forma tan directa y cruda estaba incomodando a Saga, que buscó zanjar con ese cercano escrutinio haciendo uso de un recurso tan banal como útil.- ¿Nunca miraste lo que contenían los sobres que te entregaba mi padre?