13. Déjame ir

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Saga se quedó paralizado. Todo lo que sentía era el latir de su corazón resonando por todo su cuerpo, un aire frío envolviéndole con tenues ráfagas que le iban acariciando la piel y el eco de una voz que había temido olvidar surcando por su interior. Tragar saliva le costó y mantener una respiración acompasada era algo que ya ni intentaba.

- Me acuerdo de él cuando preparo los juicios...- continuó, hablando casi en susurros y manteniendo aún los ojos cerrados - Cada vez que gano...y también cuando pierdo. Cuando pongo el primer pie en el estrado. Cuando comienzo a redactarme los esquemas que luego usaré para confeccionar mis alegatos. Cuando veo una botella de Ouzo donde sea. Cuando mi hermano me hace sentir orgulloso de él, porque más veces de las que se imagina, Kanon lo consigue...- Saga se detuvo. Supo que un ciego impulso le había invitado a sostenerse en el marco del acceso al vestidor e inentó abrir los ojos, acatando al instante la orden mental que una voz parecida a la de Thane le demandaba no hacerlo.- Me acuerdo de él cuando dudo - prosiguió, con su propia voz a punto de quiebre - Cuando miro a Shaka sabiendo que no me ve y los imagino charlando animadamente en una sobremesa, como sí pudo hacerlo Rhadamanthys...

"Estoy seguro que Shaka y yo habríamos compartido charlas muy interesantes, Saga..."

Saga apretó más los ojos y sintió cómo las lágrimas que se habían ido acumulando tras sus párpados escapaban para deslizarse hasta la mitad de sus mejillas y precipitarse al suelo. Robar una gran bocanada de aire fue preciso para continuar, pese al mareo que le mantenía auxiliado por el umbral del vestidor.

- Me acuerdo de ti cada vez que Kanon me acusa de querer ser tu réplica, y entonces dudo...y me culpo por incubar desde siempre estas pretensiones...

"Saga, mírame."

"Déjate llevar..."

Dos órdenes dispardas directas en su mente.

Dos voces distintas.

Y la necesidad de obedecer ambas.

- No sé si puedo hacerlo - Lamentó, apoyando la frente sobre la mano que se sostenía en el marco.- No sé si debo...

La presión de unas manos heladas sobre sus hombros le obligaron a erguirse, descargándole un intenso escalofrío que le descendió por toda la espina dorsal.

- Saga...mírame...

Algo había cambiado a su alrededor. La voz que creía únicamente recordar se convirtió en real, y el espacio que le rodeaba había mutado de forma y color, trasladándole directamente al dormitorio principal de un piso abandonado tiempo atrás. Se dio media vuelta dejándose ayudar por la presión que ejercían esas manos de tacto helado, pero alzar la nublada mirada al frente no era fácil. Saga volvió a tragar saliva, manteniendo el rostro gacho y siendo testigo de cómo algunas lágrimas caían al suelo, estallando entre la presencia de sus pies y esos zapatos negros y lustrosos que él mismo había embolado y abrillantado antes de entregarlos al personal de la funeraria.

- ¿Cómo voy a verte?

- Como me viste la última vez. Con cuarenta y nueve años y canas en la sien.

- Eras muy joven para irte, papá...

- Debí hacerlo, Saga...- el gélido tacto de Aspros se atrevió a posarse sobre la tensa quijada de su hijo para invitarle a alzar el rostro.- Como tú debiste quedarte...

Saga le miró. Con miedo. Con incomprensión. Incapaz de evitar la inundación de sus propios ojos mientras se perdía en la pasmosa claridad de ese azul profundo que le observaba con infinita ternura y devoción.- Te extraño...cada día de mi vida...

Duelo Legal V: CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora