34. Día para olvidar

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Manigoldo Granchio ya aparecía en pantalla, aparentemente incómodo ante los arreglos para la telecomunicación que también se estaban llevando a cabo en los Juzgados de Firenze. El Juez Dohko se comió un bostezo que deformó su rostro con una graciosa mueca, entrelazando sus manos sobre la mesa mientras se centraba en el pequeño espectáculo que el jubilado inspector italiano representaba al otro lado. Algún tosco gesto hizo para desconectar uno de los cables que debían facilitar una buena escucha, y Dohko suspiró ante el más que factible intercambio de improperios que se intuían lanzados entre el viejo Granchio y el técnico de sonido.

Cuando las voces de Italia volvieron a llegar nítidas a Grecia, Dohko se apresuró a llamar la atención de Manigoldo para evitar que ese trance preparatorio se dilatara en demasía.

- Buenas tardes, Señor Granchio...Soy el Juez Dohko. ¿Me escucha bien? ¿Me ve? Desde aquí recibimos su imagen y voz sin problema alguno.

- Bu...Buenas tardes Honorable Juez...- dijo Granchio, a la vez que volvía a distraerse con el joven que todavía toqueteaba cables y conexiones.- Sí, le veo perfectamente y también le escucho bien.- Un veloz manotazo se le escapó cuando el técnico quiso esconder un cable que se apreciaba arqueado en la parte inferior de la pantalla, consiguiendo al fin que éste se asumiera en retirada.- Discúlpenos este jaleo...ya sabe...al final siempre vienen las prisas y se hace todo mal.

"È lui che è arrivato in ritardo!" exclamó la voz del joven especialista, dirigiéndose con poca paciencia al Juez que les acompañaba in situ y que debía dar fe de la fiabilidad del testimonio.

Dohko volvió a suspirar y negó con la cabeza gacha; Manigoldo insistió en increpar al chaval y el Juez italiano se vio obligado a poner paz donde ni siquiera debieran haber aparecido conflictos.

- Para no demorar más la sesión, señor Granchio, le doy paso con la Fiscalía. Por mi parte exijo respuestas claras ante las preguntas que reciba, tanto por parte del Fiscal como del letrado de la defensa. Dicho ésto...- Dohko viró la mirada hacia la zona que ocupaba Saga, dándole el permiso para proceder.- Cuando quiera, Señor Samaras.

Saga clavó su mirada en el suelo pulido que le separaba de la zona ocupada por Balrog e Hyppolitos. Se abstuvo de echar siquiera un rápido vistazo al rostro del expectante DeathMask y antes de levantarse, acercó a Kanon el fajo e papeles sujetos con un clip que se había dejado preparados encima de toda la demás documentación.

- Quizás no me sigas en un principio, pero tú anota todo lo que te parezca importante, raro, peculiar...Todo- susurró, acercándole también uno de sus bolígrafos.

En el primer papel había escritas a mano la relación de preguntas que Saga tenía pensado hacer, y al final de cada una de ellas se leía el nombre de un color, correspondiente a la pestaña en cuestión que sobresalía del fajo. Kanon dedujo que en cada pestaña yacían anotaciones o pruebas sobre el aspecto que abordaba la pregunta y maldijo al pulcro de su hermano por no perder ni una pizca de elegancia en su escritura cuando él no era capaz de enlazar siquiera dos letras del mismo tamaño.

Una vez superados los primeros pasos protocolarios referentes a los datos personales del testigo llamado a declarar, Saga avanzó un par de pasos e hizo un importante esfuerzo de focalización hacia la pantalla que le ofrecía la imagen del Inspector. Si viraba su vista tan sólo unos pocos grados hacia su izquierda daba de lleno con la zona de la defensa, y descentrarse con las pérfidas sonrisas que por ahí se esparcían, sutiles cuchicheos y miradas incisivas no podía ser su opción, por mucho que todas estas herramientas figuraran en el retorcido plan de desestabilización que estaba siendo utilizado por Balrog y su defendido.

- Buenas tardes, Señor Granchio...- Saga esbozó una frugal sonrisa y no demoró más tiempo del estrictamente necesario para lanzarse al interrogatorio una vez fue saludado en respuesta.- Si me permite me gustaría hacer un viaje hacia los años en que usted ejercía como Inspector de la Policía en esta ciudad.

Duelo Legal V: CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora