Algunos días después, en el ático de Saga y Shaka
En ese extraño sueño donde nada parecía tener sentido, pero donde todo se presentaba intrigante y adictivo, se filtró un sonido que parecía proceder desde otro plano onírico. Era como una pesada resonancia que no encajaba en las escenas que Shaka estaba experimentando. Una resonancia irritante que se entrometía en sus paseos por esas calles desconocidas y que, irónicamente, le parecían tan familiares.
Shaka se movió con cierta brusquedad, quedando tumbado boca abajo. Con el cruce de sus brazos se alzó la almohada y se reacomodó para seguir soñando, por fin sin esa interferencia tan irritante. La honda respiración de Saga a su lado, junto con su total inmovilidad, relataba que el fiscal estaba inmerso en un sueño impenetrable, inmune a cualquier tipo de molestias externas; ni siquiera el robo que había sufrido su porción de edredón era suficiente para arrancarle el merecido descanso.
El respirar de Shaka había descendido otra vez a la profundidad deseada para seguir con su sueño, pero ese indeseable sonido apareció de nuevo. Más insistente y fastidioso que segundos atrás. El ruido no cesaba de entrometerse entre la harmonía de esas calles oníricas, haciéndose tan insoportable que Shaka abrió los ojos de golpe, dándose cuenta al instante que eso que le estaba molestando tanto era el interfono de su piso. El forense miró a un lado y vio a Saga totalmente fuera de combate. Miró hacia el otro lado y tanteó el móvil, descubriendo que el día transcurría por unas tempranas ocho y poco de la mañana.
—No... no, no... No puede ser...
Shaka hundió el rostro en la almohada, maldiciendo el jodido interfono, el hecho que Saga siguiera durmiendo como un lirón y la única posibilidad que aparecía en su mente: Kanon, su aburrimiento y la idea de solventarlo a su costa. Como siempre.
—Saga... Saga, despierta... —un leve empujón en el hombro del fiscal no sirvió de nada— Saga... tu hermano... —otro empujón con más fuerza sólo consiguió que Saga se reacomodara mejor y acabara de dar la espalda a Shaka, que no pudo evitar soltar un gruñido cuando el móvil de Saga, olvidado entro los cojines del sofá, comenzó a sonar a todo volumen—. ¡Ya va, joder!
Se alzó de la cama soltando mil maldiciones en su lengua natal y anduvo hacia la puerta a grandes zancadas, descalzo y vestido únicamente con una camiseta de manga corta, calzoncillos y un enfado tan creciente que ni pensó en comprobar a través de la pequeña cámara del interfono quién estaba decidido a amargarle una prometedora mañana de sábado libre.
—¡¿No has visto qué hora es?! ¡Piensa un poco en los demás, hostias!
"Lo... lo siento... —se disculpó una voz joven— Estoy en ruta de reparto y sólo hago mi trabajo..."
—¿Kanon?
"Eh... ¿cómo?"
No... Esa voz no era la de Kanon.
Shaka miró de reojo la cámara y descubrió a un chaval vestido con un uniforme cuyos colores le sonaban, pero al que no alcanzaba ubicar en ningún lado: no recordaba haber hecho ninguna compra por internet y Saga tampoco le había mencionado nada respecto a ninguna entrega.
—Perdón —se excusó rascándose el cogote—, pero... ¿quién es?
"Soy el repartidor de "Brico Oikos", señor. La dirección que tengo anotada en el albarán es esta: Loukianou, 15"
—Esta es la dirección, sí, pero yo no espero ningún envío —"Brico Oikos"... Shaka recordó que ese era el nombre del gran almacén de bricolaje por el que trabajaba Thane, asumiendo que la visita de ese joven se debía a un error de piso—. Entonces creo que debes haberte equivocado de piso.