35. Lune de Balrog

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Residencia de Balrog. Afueras de la capital.

Lune calentó durante un par de minutos el plato de crema de verduras con pollo triturado que su esposa había dejado en el microondas y sobreponiéndose a las terribles ganas que tenía de darse una ducha, tomó plato y cuchara y se dirigió a la habitación de Ángela.

- Buenas noches...- dijo con tono suave y cantarín, dando un par de golpecitos a la puerta para hacerse presente antes de entrar – Me ha dicho un pajarito que no has querido cenar...

La mujer, entrada en edad, ladeó la cabeza y se le iluminó la mirada al descubrir a su yerno dispuesto a pasar un rato con ella.

- Ingrid no me tiene paciencia...- la voz de Ángela surgía débil, y con esas primeras palabras rozó un quiebre que Lune presintió casi inevitable – Últimamente me apura mucho...Se enfada conmigo si no voy al ritmo que ella quiere...

- Ingrid está un poco nerviosa...no se lo tengas en cuenta...- Balrog dejó el plato en la mesa camilla que había al costado de la cama articulada y asentó su trasero en el borde del colchón, tomando un gran babero que colocó bajo el mentón de Ángela, absteniéndose de abrochárselo tras la nuca.

- ¿Es por tu trabajo? – Lune tragó saliva sin responder, entreteniendo el momento en busca de una gran toallita húmeda que le ayudaría durante la cena – Hace semanas que apenas te vemos, querido...Tu hija no para de discutirse con su madre y tu hijo está siempre con las máquinas estas de explosiones y seres extraños...

- Estoy con una defensa difícil, pero pronto acabará Ángela...Confía en mí...- Lune movió la mesa camilla para colocarla entre el cuerpo paralizado de Ángela y él.

- Ingrid no me deja mirar las noticias tampoco...Solo me pone series malas o películas que ya he visto...

- Es mejor esto que las noticias, créeme...- la cuchara se sumergió en la crema y acarició el plato antes de alzarse si riesgo de goteo. Un sutil soplo trató de darle una temperatura adecuada y se acercó a la boca entreabierta con suma delicadeza.- ¿Quema? – inquirió Barlog, al ver la presión con la que Ángela cerró los ojos por un instante.

- Un poco...Agua, por favor...

El cansancio que Lune llevaba acumulado hizo que descuidara un detalle tan básico para él como preparar el agua en la mesa. Por suerte estaba en el posavasos anclado al soporte contiguo a la cama, lleno y con la cañita a través de la cual Ángela libaba el líquido. Balrog desestimó el uso de la cañita y le acercó el vaso con la misma suavidad y destreza que estaba impregnando todos sus gestos desde que se había adentrado en la habitación de su suegra.

La cena fue transcurriendo con la lentitud habitual. Hacía años que un ictus había dejado a Ángela postrada en una silla mecanizada o en la cama, sin posibilidad de mover por ella misma un solo músculo de cuello hacia abajo. Y hacía los mismos años que Lune se había convertido en un compañero vital para ella. Su presencia, amabilidad y paciencia habían conseguido que la abuela de sus hijos hallara en él una calma y comprensión que ni su propia hija, ni mucho menos sus nietos en edad rebelde, eran capaces de ofrecerle.

Y él era incapaz de negársele.

Por mucho que el agotamiento mental del trabajo que desempeñaba desde hacía unos años le demandara tiempo de distensión para él. Por mucho que las fuerzas muchas veces le invitaran a tomarse merecidos descansos. Por mucho que las batallas de voluntades con las que diariamente estaba enfrascado con sus hijos le mermaran las pocas reservas de energía que le quedaban.

No podía, simple y llanamente, porque poseía un don. Un don que nada tenía que ver con la nueva responsabilidad profesional que se había buscado tiempo atrás.

Duelo Legal V: CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora