Mismo día por la tarde. Prisión de Korydallos.
─Phansy, no tienes ninguna obligación de hacerlo.
Shura no aprobaba la decisión de la joven psicóloga. Tampoco la comprendía. Además, la misiva del abogado defensor simplemente exponía los deseos de un preso, y en ningún momento se sugería siquiera la necesidad de satisfacerlos. «Es mi deber informarle que el señor Hyppolitos Sifakis desea mantener una entrevista con la señorita Melnik. Su ubicación se encuentra en el ala oeste, sección C».
Hypnos únicamente pasó una noche en la sección B, la destinada a los presos comunes. Debido al aperitivo de apuestas, promesas de cariño, piropos altamente inflamables y la gran dificultad que tuvieron los funcionarios nocturnos para devolver el orden donde había resarcido el caos, el alcaide decretó el traslado hacia el ala de alta seguridad, manteniéndole acompañado por un preso de confianza cuya característica más visible era, literalmente, la falta de lengua; la otra extensión amputada de su cuerpo era ocultada por los calzoncillos y las razones de ello se leían en el preventivo asilamiento que también sufría.
─Debo ser valiente...─su dorada mirada viró hacia el funcionario que custodiaba el acceso, quien lucía unas pequeñas gafas desafiando el precipicio de la nariz ─. Aquí no puede hacerme daño, ni siquiera puede tocarme...
Shura le agarró de los brazos, obligándole a mirarlo de frente.
─No necesita tocarte para herirte. Y tú no necesitas demostrarle nada a nadie.
─A mí misma, Shura...─musitó la hermosa muchacha, con los ojos de nuevo llorosos y la voz empequeñecida─. Sé que si no me enfrento a él jamás conseguiré liberarme de su influjo, que siempre tendré su voz susurrándome al oído...─al inconsciente encogimiento de hombros le secundó el descenso de una lágrima ─. Lo intenté en el juicio y no pude...No me ayudes a rendirme, por favor...
Shura aflojó el agarré y soltó un golpe de respiración por la nariz.
─Está bien. Pero recuerda que tú decides hasta dónde quieres llegar, Phansy. Tú, no él.
Al notar la aproximación, el funcionario dejó las gafas colgando sobre su pecho, apartó el cuaderno de sudokus y procedió al chequeo de identidad para tramitar el paso de visitante. A su voluntad se abrió la primera de las tres rejas que Phansy debería cruzar. La mirada con la que la joven se desprendió de la protección de Shura hizo que él se abrazara al abrigo y bolso que tenía en custodia. El leve asentimiento con el que el abogado le respondió logró esbozarle una tímida sonrisa y después de inspirada la primera bocanada de valor, Phansy desapareció de su vista.
###
─Tú, pintamonas, tienes visita.
Hypnos dejó el carboncillo al costado del dibujo e inspiró profundamente, cerrando los ojos y balbuceando para sí unos vocablos que nadie alcanzó a comprender.
El compañero de celda bajó de la litera y se postró al extremo opuesto de la sala con las piernas separadas y las manos contra la pared, e Hypnos se posicionó delante de la puerta con las manos en la espalda. Cuando el cuadro estuvo asentado, el funcionario que no había hablado abrió la celda y el que llevaba la voz cantante se apresuró a esposar al artista.
─¿Puedo saber quién viene a visitarme? ─preguntó cuando fue invitado de malas maneras a salir del cubículo.
─Una niñita muy bien hecha, pero no solicita una vis a vis...qué lástima ¿verdad? ─le chinchó el hombre, el cual rondaba los cincuenta.
─Tío, cállate ─masculló el otro.
─Así que no te empalmes, que luego te la tendrás que pajear solito con el «sin lengua» mirándote...