La expresión de satisfacción que lucía Afrodita contrastaba drásticamente con las caras ceñudas y adormiladas que le rodeaban. Tomar un vuelo a las cinco y media de la madrugada no parecía ser un plato de buen gusto para nadie, excepto para él, que llevaba puesto un sano color en las mejillas y una sonrisa boba asentada en sus labios. Antes de subir la pequeña maleta en el portaequipajes tiró sobre su asiento el blog de notas, los auriculares, el móvil, un estuche y un paquete de chicles; con la bolsa donde guardaba su ordenador portátil tuvo más cuidado y la aposentó sobre el asiento contiguo . Poco le importaba estar generando atasco en medio del pasillo; su felicidad era totalmente ajena a la mala leche que corría por su alrededor. Primero colocó la maleta y luego se dedicó a embuchar dentro del hueco el grueso anorak, el cual parecía haber entrado en rebelión: si no caía una manga por un lado se salía la capucha con flecos peludos por el otro y al final tuvo que ser asistido por una de las azafatas del avión, mucho más acostumbrada a ese engorroso trajín de lo que estaba él.
En su boca aún se paladeaba el sabor de esa inusitada noche de alcohol y sexo furtivo y en su mente seguían replicándose algunos flashes de ese momentazo vivido en el aseo de un bar de copas. «Qué boca tenía el jodido...» pensó para sí mismo, sintiendo cómo un tenue cosquilleo volvía a tomar vida en su satisfecha entrepierna al rememorar una de las mejores felaciones recibida en los últimos meses. Recordar lo que había llegado después le estaba excitando de nuevo, obligándole a sacudir la cabeza y las imágenes que su lasciva mente se empeñaba en recuperar. Con gestos gráciles recogió todo lo que había tirado sobre su plaza asignada y se sentó dejándose caer. Bajó la pequeña bandeja que servía de mesa y abrió sobre ella el portátil. El siguiente paso fue conectar los pequeños auriculares y elegir el volumen adecuado para aislarse de todo lo demás. Aún quedaba tiempo de embarque y podía seguir repasando las jornadas del juicio mientras no se señalizara el apagado de dispositivos. Aprovechó el momento para abrocharse el cinturón y abrir la libreta de notas, dejándola sobre su regazo. En la zona de espera se había quedado en el inicio del testimonio de Thane Sifakis, pero su mente era incapaz de concentrarse. Por un momento cerró los ojos y dejó que Thane fuera respondiendo las preguntas que le planteaba el fiscal Samaras mientras él evocaba de nuevo esa boca trabajándole la verga. Acto seguido se vio a sí mismo desembalando la tiesa mercancía que llevaba consigo el camarero y darse media vuelta para poder sentarse sobre ella y cabalgarla a placer. Un ligero gemido se formó en su garganta, el cual murió en una sensual mordida de labios y en una necesaria reacomodación de su trasero sobre el asiento. No podía evitarlo: volvía a estar empalmado y ocultó el explícito bulto de la erección bajo la protección de sus notas. Thane seguía hablando dentro de sus oídos, pero Afrodita sólo fue capaz de murmurar palabras de halago hacia ese tío que no volvería a ver jamás.
─Que qué esperaba si había ido a escuela de curas... delicioso pervertido...
«Mi hermano y yo pasamos gran parte de nuestra infancia y adolescencia en un internado dirigido por una congregación de curas católicos ortodoxos. Nuestros padres ostentaban...» seguía rezando Thane, ajeno a la tórrida escena que se repetía tras sus párpados cerrados, instante en que la voz de la azafata se materializó de forma autoritaria a su lado.
─¡Señor! ¡Insisto en que apague todos sus dispositivos o los ponga en modo avión!
Afrodita pegó tal brinco que blog, bolígrafo y chicles cayeron al suelo. El rostro de la azafata estaba apenas a un palmo del suyo y la manera con la que sus ojos lo fulminaban era de todo menos amable. Él le devolvió la mirada sin poder focalizarse en nada: vio de refilón que ya no quedaba nadie en pie y que la señal de apagado de dispositivos y cinturón abrochado resplandecía en rojo, siguió sintiendo la voz de Andor en su interior alabando la influencia de la religión en su intenso apetito sexual y oyó de lejos a Thane, como un eco, recordando su infancia en un internado de curas.