- Te has equivocado haciendo testificar a la Señorita Melnik al inicio del juicio...
Saga no había notado esa presencia a sus espaldas hasta que la afirmación que llegó directa a sus oídos hizo que se olvidara del enjuague de sus manos y alzara la vista hacia el espejo. Lune se personó a su lado luciendo un temple inquebrantable y se observó el rostro como si esperara hallar algún detalle fuera de lugar, incomodando a Saga únicamente con su cercana presencia.
- Te has equivocado y sé que lo sabes. Como también auguro que no acabas de estar conforme con la intervención de tu próximo testigo. Pero no te preocupes, todos tus errores a mí me favorecen, y sé que eres suficientemente inteligente para ser consciente de ello...- Saga se sacudió el agua de las manos, tomó un trozo de papel del dispensador y se las secó mientras se forzaba a observar en silencio el soberbio reflejo de Balrog, quien parecía deleitarse en exceso con su atusado.- Lo que no acabo de comprender, Fiscal Samaras...es por qué te empeñas en batallar un juicio que tienes perdido...
Lune destensó sus hombros con gestos elegantes y finalizó sus retoques estéticos con el abrochado de su americana y la recolocación del nudo de la corbata. Saga se había mentalizado de no entrar en su juego e ignorarle, y casi lo consigue...
Casi.
Porque cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, la grave voz de Balrog volvió a irrumpir en sus oídos, y esta vez lo hizo pronunciando unas palabras cuidadosamente elegidas para herir.
- Me pregunto, Saga...si me deleitarás con el uso de las destrezas ilusorias que empleaste la única vez que una sala procesal te vio como abogado defensor...- Ahí la tez de Saga palideció. La mano que pretendía abrir la puerta para salir congeló sus intenciones y un repentino pavor interno le ancló en ese peligroso límite que confrontaba el precipitado debut en el juego sucio con la incapacidad de arrepentimiento por haberlo llevado a cabo.- Tu hermano ha vivido unos años regalados gracias a ti, supongo que como mínimo ha sido agradecido contigo...
Saga tragó saliva. Intentó sobreponerse al rápido ritmo que habían alcanzado los latidos de su corazón e inspiró toda la serenidad que pudo para mostrarse impasible cuando ladeó el rostro y miró a Lune directamente a los ojos.- Estás defendiendo a un pederasta, violador y asesino, Balrog...- esgrimió con la voz mordida por la rabia – y también eres lo suficientemente inteligente para ser consciente de ello. Ahora...mi pregunta es, Lune...- prosiguió Saga, haciendo uso de las mismas pautas expuestas por el noruego - ...¿quién ha decidido cuánto cuesta aniquilar tu sentido moral? ¿Hypnos o tú? Porque está claro que tu ética tiene un precio, y si tu ética lo tiene tu honradez como abogado tampoco posee ninguna garantía...
La risa sardónica que escapó de Lune no hizo otra cosa que aumentar todavía más el malestar que su sola presencia generaba en Saga, a quien ya se le habían acabado las ganas de seguir enfrascado en una conversación que solo pretendía desestabilizarle la concentración.
- Nos reencontramos en el tribunal, querido Fiscal...Estoy ansioso de descubrir con qué malabar pretendes sorprenderme.- Balrog se aproximó al inmóvil Saga y no escatimó encanto en el instante de ofrecerle una muestra de su arrogante sonrisa – Manigoldo Granchio...- una pequeña risa sarcástica escapó por su nariz y se adelantó a Saga en la intención de abrir la puerta, desapareciendo con su andar seguro y pausado.
Saga dejó que se alejara. Compartir proximidad con ese hombre no le gustaba nada, y sentirse vulnerable ante una personalidad tan arrolladora como lo era la de Balrog le hacía sentir pequeño como nunca antes le había sucedido. Pero en algo Lune sí tenía razón, y era en que Saga también era un hombre inteligente. Sabía que toda esa perorata no se ceñía a una simple casualidad. Ese encuentro en el baño no había sido fortuito y el consiguiente intercambio de palabras tampoco. Balrog estaba dejando entrever cuales eran realmente sus métodos de acción, y Saga no podía ceder ante ellos.