58. Incordio

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«¡Elsa! ¡¿Estás ahí?! ¡Ábreme!»

La puerta de hierro fundido volvió a ser aporreada con vehemencia, y la muchacha no tuvo más remedio que acudir a entreabrirla apenas unos centímetros a través de los cuales descubrió el inesperado rostro de su hermano.

─Lewis...¿qué haces aquí?

Elsa no abría más. En absoluto se había planteado que su hermano recorriera kilómetros para presentarse en el loft que compartía con Hypnos, y menos aún que lo hiciera sin avisar.

─¿Puedo pasar o me dejarás en el rellano? ─dijo él, sonriendo a través de la brecha ─. Parece que no te alegres de verme...

─Es que...verás...─Elsa sostuvo la puerta con fuerza y echó la vista atrás, reparando en el descomunal desorden que gobernaba el diáfano espacio que tanto servía de taller, como dormitorio, cocina y sala de estar. Hacía un par de días que no recogía nada de lo utilizaba y las botellas de Aquavit* vacías aún estaban olvidadas a los pies del sofá y de la cama revuelta ─ tengo mi nueva colección a medio hacer y...Hyppolitos considera que nadie debe interferir en el proceso de creación...además que...

─Hyppolitos no está, Elsa ─ dijo Lewis, arrugando el ceño por el golpe de aliento perfumado que osó traspasar la puerta ─. Hoy estrena exposición en Londres, así que no tienes excusa.

─¿Te envía mamá?

─¡¿Puedo entrar o no?!

Lewis no le dio más tiempo para pensar y abrió de un empujón, propiciando que su hermana trastabillara y le dejara paso a un espacio devastado por el desorden y la suciedad.

En ese momento Elsa no sabía qué hacer. Se abrazó a sí misma, ciñéndose la camisa de Hypnos que llevaba puesta desde que este había partido hacia Inglaterra, resopló un mechón desaliñado que le caía por el rostro y barrió algún estorbo con el pie desnudo. Lewis observó todo el espacio macerando un sentimiento que no sabía muy bien cómo asimilar. Las botellas vacías de alcohol no se le antojaban un buen indicativo de nada, y ver a su hermana sin días de aseo y con el largo cabello tan desaliñado como descuidado le pusieron en marcha todas las alarmas.

─Está hecho un asco, lo sé...─murmuró con la cabeza gacha y la imposibilidad de mirar a su hermano a la cara.

─Como tú, Elsa. ¿Qué ha pasado? Has estado bebiendo...─remarcó Lewis con un mohín donde se conjuntaban la incomprensión y el rechazo.

─Solo un poco...

─Son las diez de la mañana y hueles a alcohol...Y a sudor...─Lewis se acercó a ella, pero la joven retrocedió dos pasos, abrazándose aún más ─Va...─rectificó con tono conciliador ─ve a ducharte mientras yo preparo café...

Elsa asintió e hizo el ademán de ir hacia el baño, pero sus movimientos eran dubitativos y la incomodidad que le generaba tener a su hermano con ella, mayúscula.

─No toques nada, Lewis. Ya limpiaré después...

─Vale, de acuerdo...

─Es que no esperaba visitas, ¿sabes? Por eso está todo...«así»...

─Lo he captado, no te preocupes.

─Y, al taller, ni te acerques. Hypnos detesta que se curioseen sus cosas. Tiene una mente muy meticulosa y sabe incluso si un pincel está fuera de lugar.

Duelo Legal V: CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora