95. Nuevo hogar

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El Mini Coupé se estacionó justo delante del número facilitado por Dimitri. Afrodita subió el freno de mano y paró el motor sin decir nada, fijándose en la frágil figura del cura, hundida a su lado. Dimitri no se había quitado el abrigo y había viajado todo el rato con una vieja bolsa de cuero cuarteado sobre el regazo, la bufanda de cuadros enroscada en su cuello y la gorra bajada hasta las cejas.

Dimitri no hablaba.

No había dicho nada desde que horas atrás habían abandonado Davleia y ahora se asemejaba peligrosamente a un muñeco de cera a punto de quebrarse. Afrodita le miró largamente y sólo le pareció ver cómo un débil suspiro empequeñecía aún más sus hombros vencidos.

—Hemos llegado... —dijo con voz suave, impacientándose un poco ante la inmovilidad del párroco—. Dimitri, ¿me oye? —su joven mano se posó sobre el hombro del viejo, presionando más capas de telas que carne y hueso—. Es aquí... Vamos, que le acompaño dentro.

Afrodita hizo el ademán de abrir la puerta pero, de repente, la agrietada voz de Dimitri lo sostuvo.

—Toda mi vida sirviendo a Dios. Toda mi vida, hijo... —se lamentó, bordeando el llanto. El sueco abortó su intención de bajar y se conectó con la mirada vidriosa de Dimitri, ahora dirigida hacia él—. Siempre trabajando para el prójimo, haciendo lo correcto...

—Ha hecho lo correcto.

—"Queda liberado de las obligaciones y funciones vinculadas a la ordenación" dice la misiva. ¡"Liberado"! ¡¿Cómo se atreven a usar esta palabra?! —Dimitri rompió su cascarón de parafina únicamente para restregarse un pañuelo arrugado por la nariz—. No han tenido ni el valor de decirme que me excomulgan....

Dimitri se sonó con rabia y Afrodita lo observó desde un sentimiento de compasión totalmente nuevo para él.

—Lo siento —dijo con sincero pesar, sentándose de medio lado sobre una pierna flexionada debajo de su culo—. Es mi culpa. Si yo no hubiese venido a meter las narices, aún tendría oficio y casa.

—No —negó Dimitri, también con la cabeza—. No lo sientas. Lo único que yo lamento es que no hubieses venido antes. Tú o alguien como tú. Cuando yo aún tenía fuerzas, porque te juro por el Dios que ahora me da la espalda —dijo, alzando un dedo tembloroso—, te juro que hubiera arrancado las pelotas a toda esa congregación de malnacidos —los pequeños ojos desaparecieron detrás de la acumulación de lágrimas— ¡Cerdos! ¡Malvados! —lloró, entregado igual que un niño pequeño.

Todo su cuerpo convulsionaba y Afrodita se encontró vacilando entre el remilgo que le ocasionaba la ranciedad de Dimitri y la necesidad de consolar esa alma desvalijada. El sueco hizo el ademán de abrazarle y el viejo párroco se agarró a sus brazos como si fuesen el único salvavidas que le quedara a mano.

Poco a poco el llanto fue desapareciendo para dejar espacio a una especie de vacío en el que ya no quedaban palabras ni gestos que lo pudieran llenar. Finalmente Afrodita consiguió separare de la desolación del viejo y bajarse del coche. Un golpe de frío le hizo estremecer el cuerpo y se atusó la ropa como si necesitara sacudirse las partículas de senectud que Dimitri había dejado prendidas en su jersey Bendorff rosa. Pensó en ponerse el abrigo pero descartó la idea para ganar tiempo, apresurándose a rodear el coche para abrir la puerta del copiloto.

—Vamos, Dimitri. No lo alarguemos más.

No hubo más tiempo para quejas ni lamentos. El sueco aferró la bolsa que había viajado sobre su regazo y le tendió la mano para ayudarle a salir. Después de que Dimitri lograra tocar tierra con ambos pies, hicieron falta tres balanceos y un aguante de respiración para conseguir alzarse del asiento. El brazo de Afrodita se convirtió en un buen punto de agarre al que sujetarse y los dos avanzaron como si sus pies arrastraran el peso de una derrota inmerecida. Ascender los seis peldaños que los separaban de la entrada fue toda una prueba de voluntad para Dimitri, quien exhaló un largo suspiro de abandono cuando consiguió coronar la cima. Afrodita le miró de reojo con pena, golpeándole cariñosamente las garras que se clavaban en su brazo antes de presionar el timbre con un toque largo.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Duelo Legal V: CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora