The Wyvern's Cave, domingo 14 de febrero de 2016
Kanon abrió una de las cuatro cajas que contenían las botellas de whisky y cogió dos para colocarlas en los dispensadores. Las demás las dejó bien centradas en el estante tras la barra y dio un paso atrás para apreciar la gran cantidad de suministro que el inglés había acopiado para esa noche.
—Joder, Wyvern... ¿no te has pasado un poco comprando tanto Ballantine's? —preguntó cuando vio que Rhadamanthys salía del almacén, cargado con una caja de limonadas.
—Era una buena oferta —aclaró con tono seco.
Kanon arrimó el trasero a la barra y echó la tripa hacia adentro para dejarle el paso libre, y le observó los movimientos sin moverse de lugar.
—Pero son 24 botellas. ¿Tanto piensas vender?
—Venderemos lo que podamos —zanjó Rhadamanthys con aspereza y sin mirarse a Kanon cuando volvió a pasar por su lado—. Lo que tú debes hacer es recomendarlo cuando se te acerquen los clientes. Con cola, solo, doble, como se te antoje, eso me da igual.
Kanon arqueó las cejas, se cruzó de brazos e hinchó sus pulmones con una inspiración que auguraba la pronta extinción de su paciencia.
—Joder, Rada, estás de un borde conmigo que flipas. ¿Qué coño te he hecho yo?
Rhadamanthys le miró de reojo, deteniéndose en su ritual de puesta a punto de los tiradores de cerveza.
—¿Que qué me has hecho? ¡No paras de quejarte! ¿Te parece poco? —de repente le encaró, encogiéndose de hombros con un trapo en la mano—. No tienes ningún derecho a quejarte. ¡Fuiste tú quien se ofreció a ayudarme con el pub! ¡Así que callas y obedeces!
Un dedo acusador disparó perdigones de rabia contra Kanon, quien desplegó sus brazos a la defensiva.
—¡Oye, oye, frena colega! ¡Fue Saga el que convirtió tu pub en su "centro de reuniones" y no yo! ¡Pídele cuentas a él, joder! —Kanon avanzó un par de pasos se acercó lo suficiente a Rhadamanthys como para respirarle encima—. Hace días que te ayudo en lo que puedo, y de gratis, así que... relájate Wyvern, o te quedas solo —un par de palmaditas contra el pecho del inglés lo hicieron retroceder un paso sin hallar resistencia.
Rhadamanthys tiró el trapo bajo la barra y se pasó las manos por los cabellos, alborotándolos con rabia antes de frotarse la cara y soltar un gruñido.
—Lo siento, tienes razón —admitió, dejando caer sus hombros con abatimiento—, pero el pub no remonta, Kanon, y empiezo a preocuparme de verdad —expuso al fin con un gesto de impotencia—. Ha estado tanto tiempo cerrado, y en fechas tan señaladas, que he perdido clientela. Apenas cierro noches en positivo. Las buenas no llegan a compensar las malas y encima hoy... hoy es el puto San Valentín de los cojones, cae en domingo y está haciendo un tiempo de mierda. No va a venir ni dios.
Kanon resopló, apoyó el trasero contra las neveras de debajo de la barra y se medio sentó sobre ellas. Dos cigarrillos acudieron a sus labios y los prendió a la vez. Achicó los ojos por la nube de nicotina que se concentró alrededor de su cabeza y al retirar los pitillos de su boca ofreció uno al inglés.
—Ni has abierto todavía —le recordó—. ¿Qué sabes si va a ser una buena noche o no?
Rhadamanthys aspiró una larga calada y se humedeció los labios antes de expulsar el humo, lentamente, con la mirada perdida y el ánimo caído.
—Si Valen hubiese seguido aquí estoy convencido que habríamos montado una noche temática cojonuda.
—Ah...ya veo. Así que ese es el problema. El tonto de Valen...