Ideas estúpidas®

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Capítulo cincuenta y cuatro.

Narra Ninette.

Me metí al baño a ponerme el bañador que Joane me dio, era uno de dos piezas color cafe con leche lizo. Mi ropa la metí en una bolsita de plástico y me puse una camisa delgada.

Salí del baño y ya se escuchaban los chapuzones al agua, me acerqué a todos y me miraron un tanto extrañados.

- ¿No vas a meterte? -preguntó Chaz.

Mi mirada viajó de Chaz al agua y de nuevo al Chaz. El agua, Chaz, el agua Chaz.

Negué con la cabeza.

- Vamos Ninette, no querrás que Payton tenga que aventarte -dijo una voz tras de mi.

Me volví para ver quien era. Oviana estaba cubierta por un chal de playa con estampados asimétricos, dejó que cayera por sus hombros y antes de llegara a su cadera, lo sostuvo y lo dobló improvisadamente para dejarlo sobre una silla. Es hermosa, mucho. Corrió hasta la orilla y se tiró en un clavado casi perfecto sin hacer mucho revuelto en el agua. Pasaron pocos segundos cuando volvió a salir a la superficie el agua caía por su cuerpo perfectamente, acomodó su cabello hacia atrás viéndose majestuosa y abrió los ojos.

Una chispa de molestia me pellizcó el estomago. Tomé los extremos de mi camisa y lo subí hasta mi cabeza para quitármela y dejarla sobre otra silla.

Quedando solo en bikini, acomodé el sostén bien posicionados discretamente para evitar accidentes y caminé con tranquilidad a la orilla, me senté y recargando mis brazos en la orilla, me fui sumergiendo poco a poco hasta quedar completamente bajo el agua y disfruté de la sensación fresca.

Al salir a la superficie, quité el agua de mis pestañas y soltando una risilla para mi, vi a Caitlin a lo lejos y nadé a ella sin hacer tanto chapoteadero.

- Agarraste un buen bronceado canela -dijo con una sonrisa.

- Fueron mis días de suerte, normalmente quedo roja peor que un camarón -reí a lo cual ella también.

Sentí unas manos en mi cintura y solté un grito.

- ¡Demonios!

Payton soltó una carcajada y aventé agua a su cara. Su carcajada aumentó en escándalo y no evité reírme igual. Ahí estábamos de nuevo siendo felices solo él y yo.

Me volteó para quedar frente a frente y rodeé mis manos en su cuello y dejé un corto beso fugaz en su mejilla.

- No quiero que me beses ahí, Ninette -sonrió encantador.

- Pero tus padres están viendo -señalé con los ojos discretamente.

- ¿Y qué con eso? -soltó una carcajada callada- todos aquí saben lo que significas para mi

- Pero ellos no saben que tengo dieciocho años -susurré para él.

- Solo son seis años, Ninette

- Los suficientes para que mi padre pueda acusarte de pedofilia

Soltó una carcajada al aire.

- No es como que te tenga amarrada de manos y pies obligándote a quererme y hacer cosas que no quieres -dijo en un tono algo gracioso- estas aquí por la misma razón por la que yo luché por ti, Ninette

Mordí mis labios bajando la cabeza, las ganas de llorar se apoderaban de mi.

- Si rompes mi corazón, lo hará -solté casi sin pensar- no puedes arriesgarte a tanto

- Arriesgaría todo de mi y todo lo que está en mis manos por ti -murmuró.

Cuando alcé la cabeza, sus ojos tenían ese brillo especial. Junté mis labios con los suyos y fue como si en todo su cuerpo hubiera sido sanado. Sus manos al rededor de mi cuerpo me apretaron hacia él como si nunca fuera a soltarme, como si tuviera lo más preciado en sus manos.

Sex Intructor® | 𝐏.𝐌 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora