Vigésima séptima parte

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Tal vez no aprendí sobre magia o sobre el amor cuando mi padre me hablaba de ello, pero lo que sí aprendí fue a recordar cómo era como verlo disfrutar  cuidar de su pequeño jardín, o incluso de su huerta.
Los días que él estaba en casa me gustaba observarlo o ayudarlo, mientras plantaba, regaba o les hablaba a sus delicadas pero hermosas y resistentes flores. Mi hermana pequeña, Sasha, preparaba y horneaba galletas con él, que la mayoría de las veces terminaban mal hechas o quemadas, pero en que siempre se las comían, porque segun ellos "lo qué está hecho con amor siempre está bien hecho aunque no lo parezca", lo que a mamá y a mí nos parecía una tontería porque casi nunca podíamos terminar de comerlas . Y aunque mamá, constantemente le reclamaba que debería estar pasando tiempo haciendo cosas que a nosotras nos gustara, ella sabía que esos momentos eran los más felices. Un pequeño hogar, una pequeña familia, un pequeño mundo en el que podías confiar que todo estaría bien, sin guerras, ni magia, ni peligro al acecho.

Ahora, ensuciando mis manos con la tierra fresca, intento que mi jardín le de a mi nuevo hogar esa pizca de energía que necesito para darme confianza y creer que algo bueno puede pasar, aunque las cosas parezcan complicadas.

Habrían pasado dos horas ,más o menos, desde que hablé con Jake, y la verdad esperaba que pronto llegara una horda iracunda a buscarme. Pero nada había sucedido. Solamente era yo con la naturaleza, y lo peor , me sentía inquieta e incompetente. Pero mi soledad no duró mucho, porque la carroza de Thomas se asomó con prisa por el camino. Pude distinguir al dueño del carruaje y a Cleo.

Me limpie las manos llenas de tierra con con un balde de madera que tenía cerca, y las sequé con mi vestido. Esperé nerviosa la llegada de esos dos. Cuando frenaron no pude descifrar ninguna expresión específica. Lo que en parte era bueno, porque si hubiera pasado algo más, supongo que se verían más preocupados.

-Bienvenidos –les dije con una media sonrisa.

-Gracias –dijo Cleo, bajando del carruaje, Thomas únicamente asintió con la cabeza.

Por un momento me pareció mal que él estuviera en casa, por todo lo que ocultaba y mis sospechas con él, pero había acordado con Jake, actuar normalmente, por lo menos hasta conocer su lado de la historia. Así que los invité a pasar dentro de la casa.

-Lo lamento, solo tengo dos sillas –dije cuando estamos los tres en la cocina.

-Me quedaré de pie, es lo que corresponde –dijo Thomas, que por un momento me recordó a ese caballero salvador que me dijo “resista” el día que nos conocimos. En este momento no quise reír como esa vez, si no que sentí tristeza –tomen asiento, por favor.

-¿Sucedió algo después de que volví? –le pregunté a Cleo cuando nos sentamos.

-Esta sucediendo algo extraño justo ahora –dijo Cleo con su típica cara seria –intenté hablar con Lilly, para convencerla de que retire todo y que se retracte pero se negó. No había manera de hacerla cambiar de idea, pero…

-Están quitando todos los carteles –dijo Thomas serio y confundido –de un momento a otro, los guardias de los Donfort estaban sacándolos de las calles…el pueblo estaba muy confundido realmente.

Solo pude imaginar que de alguna manera milagrosa Jake había logrado convencer a Lilly pero, ¿cómo? ¿Qué podría haberle dicho?

-¿Qué piensas Scarlett? Tu expresión me confunde –dijo Cleo mirándome a los ojos.

-Yo le pedí al hechicero que se encargara de eso –le dije, con mi voz apenas perceptible. 

-¿Crees que le hizo algo malo a Lilly? –preguntó Thomas con una pizca de furia en su voz.

Había una vez en DuskwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora