Relatividad General

XXII. Teorema de la adición de velocidades

No lo sabía.

Sinceramente, no lo sabía. No había nada que lo explicara, porque Taehyung no había hecho nada especial.

Taehyung no era un idiota.

No se tomó con calma el aparente favor académico del Sr. Kim; en todo caso, le ponía más nervioso la posibilidad de cometer un desliz y revelar hasta qué punto estaba pendiente de cada palabra del Sr. Kim y, de vez en cuando, soñaba con arrancarle esas palabras de la boca antes de que nacieran. Se sentía totalmente cohibido. Antes, incluso con el Dr. Choi, siempre había una línea presente. Decía: no te confundas, porque somos diferentes.

Con el Sr. Kim, la línea se desvió. Si es que estaba ahí.

Hizo que el mundo fuera peligroso, un poco. La realidad era mucho más difícil de reprimir que la imaginación. Cada vez que el Sr. Kim le sonreía directamente, Taehyung se perdía todavía más. Se sentía atraído. Se sentía impotente.

Todavía podía oír el crujido de la mesa cuando se inclinaban el uno hacia el otro. Veía la forma en que se dominaba fácilmente la atención del otro, e igualmente la forma en que el Sr. Kim nunca parecía darse cuenta. Podía recordar cómo el Sr. Kim soplaba su café como si estuviera soplando las velas de un pastel, arrugando la nariz como si fuera una persona de verdad y no ese sueño húmedo imposible. Y es que a la mente de Taehyung le resultaba más difícil distinguir esa diferencia.

Era peligroso.

Y aún más perturbador era el hecho de que Taehyung era el único que podía captar lo que estaba sucediendo en su totalidad. Por eso, no dejaba de dudar de sí mismo. Dudando de sus observaciones. Por supuesto que el Sr. Kim era amistoso; era esa clase de persona. Le gustaba abrazar al decano Jeon durante los eventos de los alumnos, era justo el tipo de carácter que tenía.

Y durante un tiempo, pudo salirse con la suya.

(Eso fue antes de ChanYeol y Kai).