XXVIII. La relatividad de la simultaneidad

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Pasó el resto del fin de semana en su dormitorio. Era un lugar seguro. Taehyung podía enterrarse en su cobertor y escuchar a Namjoon armar su última figura de robot. No podía pensar en el señor Kim SeokJin durante cuarenta y ocho horas. Claro que, a pesar de eso, él parecía ser lo único en lo que Taehyung se preocupaba por pensar.

Repasó con mucho cuidado todo en su cabeza. Clasificó las posibilidades o la falta de ellas y las colocó en listas mentales, para analizarlas con una especie de anhelo asustado. Se levantó, y luego se volvió a acostar, y luego volvió a levantarse de nuevo. Dos veces sonó su teléfono móvil y lo ignoró. En lugar de eso, Taehyung se repitió a sí mismo por qué estaba loco, por qué estaba equivocado y por qué se iba a arrepentir de haber estudiado física cuántica.

Cuando eso se volvió aburrido, Taehyung se imaginó al señor Kim deslizándose en su cama.

Cerró los ojos y casi pudo oír el chirrido de los muelles de la cama barata del dormitorio cuando el Sr. Kim se subió al colchón.

Podía sentir las rodillas del Sr. Kim, pesadas y fuertes, enmarcando sus caderas. Se sobresaltó al escuchar la pequeña carcajada contra su sien. Taehyung imaginó todo esto y más, sin poder evitarlo: la forma en que el Sr. Kim se mecía encima de su erección, el roce de la tela del pantalón entre ellos, y cómo se estremecía cuando Taehyung introducía los dedos dentro de su camisa. Taehyung quería saborear su estómago, su piel y sus huesos, su boca dulce por los caramelos que suele comer. Quería follarse a su profesor hasta que tuviera que taparle la boca al Sr. Kim para que el resto de la sala no oyera los obscenos sonidos. Quería...

Comer hot cakes con él los martes. Ver al señor Kim hablar del mundo como si fuera algo que pudiera tener en la mano.

—¿A dónde vas? —preguntó Namjoon, mirando fijamente mientras Taehyung se deshacía de las mantas y buscaba sus tenis.

—No preguntes.

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