Relatividad General

CXXXV. La validez universal de la ley de transmisión de la luz

Taehyung cerró en silencio la puerta de su habitación, girando la cerradura con un clic que le hizo estremecerse. Miró el montón de mantas que había sobre la cama de Namjoon, apenas visible en la habitación en penumbra con las cortinas echadas, pero su compañero de habitación no se movió. Exhaló un suspiro de alivio que le supo a los hot-cakes que había hecho con la caja casi vacía de mezcla instantánea de SeokJin, y le hizo pensar en la sencilla gracia de despertarse con SeokJin, desayunar con SeokJin, intercambiar sonrisas somnolientas y caricias calientes en la cama con SeokJin.

Sus dedos recordaban haber alisado aquellos mechones de pelo alborotados por el sueño. Su espalda, la forma en que SeokJin se amoldaba a ella mientras daba la vuelta a los hot-cakes en la sartén. Taehyung quería grabar esos recuerdos en su cuerpo como cicatrices.

Sonrió para sí y empezó a quitarse el abrigo y los zapatos. Todavía quedaba tiempo suficiente por la mañana para dormir un poco más antes de la primera clase; se sentía agotado después de lo de ayer, avergonzado tras su enloquecimiento por ninguna razón en particular que ya no pudiera precisar. Todo iba bien. Todo iba a ir bien. Claro que iba a ir bien.

Mientras se deslizaba bajo las sábanas, Namjoon murmuró: —Llama la próxima vez, por favor.

—Lo siento.

—Oh no, está bien. Puedo rastrear tu celular. Ya entendí todo. —explicó Namjoon, con voz gruesa. Se dio la vuelta y apoyó la mejilla en la almohada, estudiando a Taehyung lo mejor que podía sin luz. Al parecer, lo que descubrió le satisfizo, porque murmuró algo en señal de aprobación y volvió a dormirse sin decir nada más.