CXVIII. La derivación de las deducciones de la teoría especial de la relatividad

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Era la primera semana de febrero y Taehyung estaba escudriñando el tablón de anuncios fuera de la residencia de los alumnos. Había carteles marcados con rotulador sobre los próximos eventos del campus. Los estudió y un pensamiento salió a flote: Estamos saliendo. No lo hacemos muy bien, pero lo intentamos, aunque sea a medias, porque tenemos demasiado miedo de que nos descubran. Es un comienzo. Es un buen comienzo. ¿Vas a regalarle algo para el día de San Valentín? ¿Demasiado repentino? Le gustan los dulces. No suelo celebrarlo porque es un poco comercializado e idealista para mí, pero...

A él le gustan mucho los dulces.

Alguien se aclaró la garganta detrás de él con brusquedad.

—Si piensas quedarte todo el día frente a la puerta de la oficina de alumnos le sugiero que...

Taehyung dio un salto.

—¡Perdón! —dijo, su disculpa apresurada. Salió antes de procesar el áspero acento y la ligera irritación en el tono; aun así, cuando se dio la vuelta y se dio cuenta, se preguntó con disgusto si toda su vida estaría formada por un rastro disperso de desafortunados encuentros con el azar.

El decano Jeon lo miró, con las pupilas apagadas. No era una persona madrugadora.

—Estaba leyendo —dijo Taehyung —Los... Los carteles.

—Presta atención.

—Lo siento, señor.

—No hace falta que lo sientas tanto —dijo molesto el decano Jeon. Su mirada se levantó de Taehyung para examinar la extensión de los anuncios de actividades, y su mueca lo dijo todo. —Malditas vacaciones. Demasiadas actividades.

—Umh sí.

—Eres el ayudante de Choi, ¿no? —No era una pregunta.

Taehyung recordó las muchas veces que su profesor había humillado públicamente al decano; no era algo que le hubiera tocado en su puerta. Se encogió hacia atrás, esperando fundirse con la pared.

—Lo soy... supongo.

—Y el proyecto favorito de Kim.

Oh Dios, pensó Taehyung con absoluta calma, esta no es una conversación que quiera tener a las 9 de la mañana.

—Bueno —dijo el decano Jeon, frunciendo las cejas —Buen trabajo, entonces.

Pasó al lado de Taehyung con un amplio saludo, rascándose con las uñas su pelo salvaje y despeinado. Taehyung se quedó mirando tras él y experimentó el ruido del mundo mientras se cerraba con fuerza alrededor de su cabeza, vibrando de un lado a otro entre sus oídos, sintió las palabras atascadas en su esófago que no tenían por qué querer salir, se sintió atrapado.

Había un banco fuera del vestíbulo. Se desplomó en él, temblando, y trató de no sentirse mal. Fueron cinco segundos que no significaron nada. Fueron cinco segundos. No significaron nada. Sólo un roce casual de hombros. Sólo su vida entera, que dependía de no delatarse, de lo pálido que se había puesto su rostro al escuchar el nombre de Kim SeokJin.

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