Jueves 14 de agosto 2014, 2 días después marcaba el calendario.
Contenta abrazaba los libros que tenía contra su pecho, podía sorprenderle la tecnología del siglo 21, pero su ser interior añoraba lo que ella conocía y podía manejar, nada mejor que leer a través de un papel. Había ido a la biblioteca municipal acompañada de un hombre de seguridad porque la señorita Calle no tenía tiempo para ello, su mente le gritaba una y otra vez que estaba cumpliendo el acuerdo a medias. De camino y de regreso a la biblioteca pudo ver una de las modas actuales al menos en este país cuando era verano, casi se desmayó cuando se detuvieron frente a una luz roja en la avenida al lado de la playa, hombres con un diminuto "no sé qué" que cubría su intimidad, así como mujeres con "ropa interior" muy pequeña, mostrando sus piernas, brazos, cintura y espalda ¡Qué vergüenza! La libertad de expresión y de vestir había cambiado drásticamente en 300 años, era inadmisible en el siglo 17-18 que una mujer anduviera casi desnuda, de hecho, nadie lo hacía y a nadie se le pasaría por la cabeza tampoco la sola posibilidad, mientras más recatadas mejor, tal vez los escotes de los vestidos apretaban sus pechos, pero aquello era lo máximo que mostraban. Hizo un gesto de asco y miró su ropa, siendo así, la idea de usar pantalones parecía menos desagradable.
XX: Puede subir señorita Goodwin. –El hombre calvo con lentes y ropa negra le abrió la puerta, ya estaban en el subterráneo del edificio, ahora había aprendido que les decían así a las torres altas y que cada hogar dentro de él era "departamento".
María José: Gracias señor. –Agachó la cabeza con cortesía y como toda una señorita caminó con los libros pegados a su pecho. El hombre de seguridad frunció el ceño, luego sonrió. No sabía exactamente quién era la mujer que vivía en el departamento de Daniela Calle, sólo sabía que era 100% diferente a cada una de las mujeres de las que ella se veía rodeada.
Había aprendido en estas 2 semanas cómo usar el elevador y a digitar los 4 números del tablero electrónico que correspondían al departamento Daniela Calle. No sentía su realidad como un pasado lento y aburrido, creía de hecho, que el futuro era demasiado avanzado como para estar mucho tiempo ¿Lograría adaptarse en un 100%? No tenía miedo de las cosas, estaba ansiosa y sorprendida de lo que era nuevo.
Al abrir la puerta pudo ver a una Daniela tendida boca arriba sobre el sofá de la sala de estar, encima suyo había una mujer con un vestido prácticamente arriba de las caderas, el pelo desordenado y con su rostro en el cuello de Calle, besándola como si se tratara de la última gota de agua en la tierra. Abrió la boca para gritar asqueada de la escena, pero su cuerpo ya había reaccionado ante la sorpresa, los libros se le resbalaron de las manos cayendo al suelo abruptamente y, por supuesto, alertando a las fogosas amantes de que había una espectadora. La muchacha frunció el ceño ¿Quién era esa desconocida con cara de niñata?
María José: Lo siento yo... sigan en lo suyo. –Recogía los libros, pero se le caían de nuevo. Daniela gruñó por la ineptitud de la psicópata y por lo poco atinada que había sido al llegar justo en este momento. Cuando María José pudo levantar los libros, salió rápidamente de allí a la habitación donde se estaba quedando, tenía las mejillas rojas, se sentía estúpida y con rabia, sobre todo cuando logró escuchar que Daniela le explicaba a esa "Exhibicionista" que era sólo una sirvienta nueva que había contratado.
Una vez cerrando la puerta en silencio, se acostó sobre la cama y sostuvo el primer libro que le pareció correcto en la biblioteca. Si leía rápido existía la posibilidad de mitigar el deseo de llorar tan grande que se acumulaba en su garganta. Santo Dios ¿Por qué le había molestado el comentario de la señorita Calle? No estaba acostumbrada a que la trataran tan fríamente, no entendía porque el destino la hizo caer en este departamento y no en el de alguien tan dulce y caballero como el Dr. Özkan.