María José se acomodó sobre las piernas de Daniela, atrayéndola hacia su propio cuerpo. Se sorprendió a sí misma cuando bajó sus labios por el cuello de la castaña, besándolo con ganas.
Daniela sintió su cuerpo temblar por aquel contacto, suspiró al recordar todo lo que habían pasado para llegar a donde estaban, y se incorporó un poco para poder ver el rostro de su morena. Sus miradas se conectaron. Posó su mano en la mejilla de María José y la acarició, bajando despacio por su cuello, recorriendo su piel con las yemas de sus dedos. Miró cada una de sus reacciones, descansando sus caricias en uno de sus pechos y se mordió el labio al escuchar el suspiro que le regalo María José.
Masajeó su seno por encima de su blusa, hasta provocar que su pezón se endureciera, podía sentirlo a través de la tela. Hizo lo mismo con el otro, solo para cerciorarse de que el cuerpo de María José definitivamente reaccionaba a ella y no la hacía sentir incomoda. La escuchó jadear y pronto su otro pezón también se irguió erecto. Aquella imagen le resultó tan erótica que atacó con pasión sus labios, mientras se levantaba con ella en sus brazos, llevándola hacia la cama.
El cuerpo de María José estaba aprisionado con el de la modelo y sus caderas comenzaron a moverse de forma inconsciente mientras se besaban de forma cada vez más húmeda. María José rodeo su cuello con sus brazos, aferrándola más contra sí, provocando que Daniela se detuviera y se apartará ligeramente, mirándola.
Daniela: Lo siento, mi amor –murmuró sobre sus labios–. Lo que menos quiero es ir rápido, sé que debe ser difícil para ti, después de todo, y...
María José: –Negó y la calló con un beso– No te contengas, amor mío, sigue por favor.
Daniela retomó ese rítmico movimiento de caderas y se relajó al ver cómo María José abría las piernas dejando que se acomodara mejor entre ellas. Sus manos comenzaron a subir la blusa de María José de forma suave, pero ansiosa. Necesitaba sentir el tacto de su piel y recordar cómo se sentía tocarla. Las yemas de sus dedos acariciaron la zona que no estaba cubierta por el top que llevaba y la recorrieron entera. No tardó mucho en quitar la prenda y acariciar sus pezones, que estaban del todo erectos.
María José llevó sus manos hasta llegar a los glúteos de la castaña, los apretó y gimió en su oído, lo más bajito que le fue posible, al sentir aquellas caricias en sus pechos.
Daniela bajó sus manos y se deshizo del pantalón de María José, para después acariciar sus muslos, arrancándole pequeños jadeos, que fueron callados por un beso lleno de amor. En aquel momento solo podía pensar en cómo complacer al amor de su vida, en cómo hacerla sentir amada de todas las maneras habidas y por haber.
Era la primera vez que estaban juntas en el presente, ambas siendo completamente conscientes de todo lo que vivieron en el pasado, era un rencuentro de sus almas, sellado con cada beso, cada suspiro, y cada caricia que se brindaban. Por ello, se dejó guiar por su cuerpo y por el de María José, que se contoneaba contra ella con cada nueva caricia.
Rompió el beso tan solo para mirar los ojos de la morena y encontrar en ellos la respuesta que buscaba, su aprobación. No hacía falta que lo verbalizará, bastó con esa mirada llena de amor y deseo, que le dio. Se separó desnudándose a sí misma y luego comenzó a besar su cuello, bajando por el hasta terminar en su pecho. Sus manos apartaron las bragas de María José, y presiono sus dedos contra su intimidad, acariciándola con lentitud.
María José: Daniela, por favor. –Murmuró entre jadeos, pidiéndole que se apiadará de ella, y la hiciera suya de una vez.
La castaña obedeció, accediendo a aquella zona que deseaba tocar. Mordió uno de sus pechos al notar la humedad de su centro y, por un momento, se sintió desfallecer al escuchar aquel sonido en forma de gemido. María José quería más, y ella estaba dispuesta a dárselo.