Capítulo 42

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Todos estaban expectantes ante las palabras que María José Goodwin pudiera decir, la explicación ante el mes que estuvo desaparecida era mucho más interesante que una conversación política en la mesa de aquel comedor. Sin embargo, María José sabía cómo y dónde hablar. Invitó a su padre y a otra importante figura de la política inglesa a un salón pequeño donde pudiesen conversar a gusto, después de aquello podrían hacer un comunicado al resto de las personas, no tenía ganas de arruinarle el almuerzo a nadie con sus historias.

Caminó erguida y distinguida, en ningún momento perdió la compostura, mientras detrás la seguían aquellos hombres que apenas podían hablar de la sorpresa. ¿Cómo después de tanto tiempo ella podía mantener la calma? De seguro el relato a continuación daría una explicación lógica.

María José: Muchas gracias, Janice, puedes retirarte. –Le susurró a una sirvienta que llevó una bandeja de plata con tazas de porcelana para el té. Si había fingido en el siglo 21, podía fingir ahora, así que con la experticia que tiene una actriz, la inglesa cubrió su rostro en un manto de angustia que fuera acorde a sus palabras- No puedo esperar a que mi madre despierte de su desmayo, así que puedo contarles a ustedes lo que ha pasado, les diré por qué estuve tanto tiempo fuera de casa. –William se acomodó el cuello de su ropa, de pronto hacía más calor de lo normal- Esa noche caí sin explicación aparente desde el tercer piso de esta mansión, perdí el equilibrio. Supongo que eso han contado. ¿No?

William: Pues sí y tengo a todo el mundo de testigo. ¿Podrías decirnos hija mía cómo despertaste, dónde y por qué has estado fuera un mes? Te extrañamos tanto, fue una locura.

María José: -Contuvo las ganas de gritarle porque en el fondo el hombre que tenía frente a ella no celebraba que hubiese aparecido- Caí en la fuente, el agua amortiguó que cayese contra el suelo. Cuesta creerlo, pero no me sucedió nada grave, perdí la consciencia y cuando desperté tenía la cabeza cubierta con un género, escuché voces masculinas todo el tiempo y muy pocas veces pude ver algo con luz, nunca supe donde estuve todo este tiempo, pero seguramente fue muy lejos, porque sus acentos no eran de este lugar del país. Fue ayer que desperté en un granero, al parecer me abandonaron en ese lugar. De lo único que estoy segura es que no han abusado de mi persona de la manera que pueden imaginar. –William estaba rojo de ira, aunque con esa declaración las cosas en él se calmaron, era un hombre enfermo y aunque María José fuera su hija, no toleraba la idea de que otro hombre tuviese la oportunidad de lograr lo que él no podía- Los campesinos de ese sitio me cuidaron y me trajeron hace una hora. He sido secuestrada, no sé bajo qué razón, pero esa es la historia, puedo parecer tranquila, pero me siento muy débil, asustada y no quiero que eso vuelva a suceder.

XX: Haremos averiguaciones para saber quién ha estado ofreciendo algún tipo de recompensa por secuestrarle, y con qué propósitos. ¿Necesita ayuda?

María José: No señor, muchas gracias. –Agachó la cabeza con cortesía- Sólo quiero que todo el mundo sepa que he vuelto y que me encuentro bien gracias a nuestro señor allá en las alturas. -El hombre con peluca blanca salió de allí afligido, era una lástima que tan bella señorita hubiese sufrido los infortunios del destino.

La muchacha sintió el ácido subir por su garganta cuando ella y su padrastro se quedaron solos en aquel salón, no quería preguntas, tampoco quería que le mencionase su abuso antes de desaparecer de este mundo, menos que la tratara de mentirosa. Por su bien tenía que quedarse callada y no ser violenta para que su vida no corriera peligro antes de lo previsto, no quería completar su misión en este siglo sin haber tenido el placer de conocer a Daniela.

William: -se inclinó sobre el asiento cubierto de género dorado- ¿Por qué tus palabras han sonado tan autómatas?

María José: Disculpe usted, padre, por darle una impresión no correspondida, sin embargo, no me pida más, no me siento bien y sí, estas palabras las he ensayado para decir algo coherente sin perder la razón por el miedo y la pena que siento.

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora