Y lo único que María José sintió esa noche en medio de sus pesadillas, fue un cálido cuerpo que la abrazaba desde atrás. Era extraño, insistía en el fondo de su alma que esto ya lo había vivido, sino ¿por qué no se alteraba con el roce de sus cuerpos? ¿Por qué no sentía náuseas de que ella la tocase? Suspiró, mientras se acomodaba de nuevo entre las sábanas antes de caer rendida en el sueño. Lo único que sabía era que ahora estaba segura, ya nadie iba a hacerle daño estando al lado de Daniela Calle.
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21 de diciembre de 1710, Exeter, Inglaterra, 21 días después.
Mientras los copos de nieve caían lentamente en la ciudad, María José conservaba el calor bebiendo una taza de té cuando cesaba de tocar el piano en aquel pequeño salón. Sonrió lentamente al ver que no era la única recorriendo las teclas, pero bastó que girara el rostro un poco más para ver aquella marca en su mejilla izquierda, aquel rostro tan bello como la imagen digna de postal del amanecer en Inglaterra. Ella y Daniela Cropper se habían reunido secretamente de nuevo para retomar algo que compartían en común, la pasión por la música de piano y el sentimiento que este generaba cuando podía ser escuchado. La escocesa en un par de días había aprendido a tocar a dúo junto a ella, ya no se colocaba el paño para cubrirse el rostro cuando estaban juntas, porque era la misma inglesa la que se lo pedía. ¿Cómo negarle las cosas a tan bella mujer?
María José: Cada día me sorprende más, señorita Cropper. –Susurró con un toque de dulzura, tenía el rostro apoyado en su hombro- Si la vida le hubiese dado la oportunidad de ser una gran artista, hubiese sido definitivamente la mejor.
Daniela: Eso es imposible señora María José, usted posee una habilidad sorprendente, es un placer escucharla cuando realizan reuniones de sociedad en esta mansión, no soy la única que piensa así, pues sé que recibe elogios constantes por ello. –Abandonó los dedos sobre las teclas de piano para dejar su brazo izquierdo alrededor de ella, ambas estaban sentadas sobre un banquito junto al instrumento- ¿Cómo ha logrado venir?
María José: Siempre puedo decir que voy a caminar por la ciudad, o visitar obras de caridad. Aunque a veces tengo miedo, pero estar aquí junto a usted, –besó su cuello lentamente logrando erizar cada vello de la castaña- o estar en algún cuarto, incluso por muy pequeño que sea, para hacer el amor con usted, vale la pena.
Daniela: -Tenía las mejillas sonrojadas, por respeto trataba de no mencionar tan bellos encuentros que mantenían en secreto, sin embargo, en el acto podía ser tan dulce como pasional si ella lo deseaba- Nunca voy a olvidar la noche que pude hacerle el amor por primera vez, sobre su cama, secretamente juntas. -Susurró sobre su frente logrando que ella temblara de deseo- Dígame que esto no es un sueño.
María José: Es tan real como usted y yo, tan real como lo que siento aquí en mi pecho.
Cropper giró el rostro y se inclinó para capturar su boca en un beso que transmitía mucho sentimiento. Se separó sólo un poco para verla de cerca y sonreír como una chiquilla enamorada, fascinada le corrió con los dedos los mechones ondulados de su cabello que caían sobre su rostro, estar enamorada, aunque fuesen de mundos totalmente paralelos, era la cosa más bella que le había tocado vivir.
Daniela: Es usted tan hermosa, y no, no es la única que tiene miedo de lo que estamos haciendo, hay veces en que despierto sobresaltada en mi cama. –Se remeció en su lugar. La servidumbre también vivía en la mansión, pero en las habitaciones más pequeñas, descuidadas y alejadas- Despierto sudada, cansada, con miedo de que algo fuese a pasar.
María José: Porque va a pasar. –Cropper frunció el ceño, pero no dijo una sola palabra, sólo miró hacia el lado disgustada con la idea de no ser la única con ese pensamiento- Al aceptar estar juntas firmamos una especie de pacto con el destino de que no podremos ser felices, no en este tiempo. ¿Es obvio no? –Se le quebró la voz- Si sentimos que algo malo sucederá es porque no está tan lejos de que eso pase.