Capítulo 53

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Deseó tener una barrera frente a ella, una cortina, algo que la cubriera de forma definitiva para que nadie viese su rostro de sorpresa, menos el de vergüenza. Lentamente se paró del suelo, soltó la mano de la anciana Matilde antes de limpiarse los pantalones y hacer un gesto con la cabeza para saludar a María José, quién aún no podía quitar de sus mejillas el color rojo que se había situado en ellas.

Vaya, ¿por qué de pronto hacía tanto calor en el hogar? Aunque pensó que estaría más tiempo en silencio observando cual boba a la modelo, ésta se acercó a ella y le tendió la mano, no sabía que era tan cordial.

Daniela: Hola María José, que extraño es verte en este lugar.

María José: -cuando apretó la mano que le tendía, sintió todo el calor recorrer su brazo hasta fulminar su pecho, mordió su lengua por dentro para no gemir- Debería ser yo quien diga esas palabras, desde hace diez años, más o menos es que vengo a leerle a los ancianos de este lugar. -Levantó su barbilla con orgullo- ¿Qué te trae por aquí?

Daniela: Tengo que pagar parte de mi condena de servicio comunitario, y elegí esto, un hogar de ancianos donde pueda ayudarlos en lo que necesiten, llevo poco, pero... he aprendido bastante.

María José: -apretó los puños, de pronto se sintió molesta y acalorada- O sea que para ti los ancianos son una condena, parte de algo para ser libre más tarde. ¿No es así? Un mero trámite. Ten cuidado Calle, en diez años los he visto irse, pero también llegan algunos nuevos, les he tomado mucho cariño, no los uses como tu pasaporte a la libertad. –La apuntó deliberadamente, sin vergüenzas, sin nada, al punto de que Daniela retrocedió- Ten mucho cuidado.

Daniela miró el dedo con el que la apuntaba, toda la emoción, todo ese calor exquisito de una adolescente enamorada, salió volando por la ventana, le cayó como un balde de agua fría, una bola de nieve en el rostro. ¿Por qué María José Garzón se volvió tan hostil en segundos? Pensó que iniciaría una charla amena entre ella y los ancianos, pero sus palabras habían herido su orgullo, que otros pensaran mal de ella lo soportaba, pero ¿que ella creyera que usaba a los adultos mayores? ¿Que ella pensara que los veía como un billete a la libertad y dejaba de lado todo lo humano? Quizás fue evidente el disgusto que sus palabras le causaron, porque sintió su propia cara formar una línea recta con sus labios.

Besó el dorso de la mano de la señora Matilde, antes de retroceder y salir de aquella sala de estar, lejos de María José, necesitaba ocupar la mente en otra cosa. Mierda, ¡que desagradable sensación tenía! Quería empezar bien las cosas con ella, pero ya estaba poniendo barreras, quería ser agradable, pero no podía actuar con tanta delicadeza para todo, frenarse, no abrazarla, recordar que ella no la conocía por perder sus recuerdos al nacer de nuevo. Dobló por unos pasillos, vio las puertas de vidrio abiertas y asomó su rostro por allí, miró el jardín del hogar de ancianos y vio un piano blanco bajo una pérgola llena de flores, muchos adultos mayores en bastones o sillas de ruedas descansaban por allí cerca. ¿Por qué no liberar tensiones y entretenerlos al mismo tiempo? Al dar pasos por el césped miró sus manos, tuvo una sensación extraña, casi como si lo hubiera hecho antes. Apenas sabía cómo se tocaba el piano, pero era un sentimiento extraño.

Daniela: -subió lentamente los escalones de la pérgola y susurró con esa sensación de "Deja Vu"- Esto... ¿Lo viví?

...................

15 de octubre de 1710, Exeter, Inglaterra.

Con las manos cruzadas por delante, caminó erguida por un largo pasillo de la mansión que conducía aparentemente a uno de los rincones poco habitados del lugar, un rincón silencioso, melancólico quizás. Tal vez era ella la que veía las cosas de un color gris y no debía sorprenderse por ello, hace varios días que no podía sentirse contenta, ni podía sonreír, el pánico había tocado la puerta de su corazón y no había querido salir de allí por más que hizo el intento de decirle adiós. Cerró los ojos de golpe al recordar la mirada desesperada de Rachel, su hermanita de 11 años que a veces tenía el temperamento de alguien mayor, sus palabras, el tono de su voz. ¿Cómo podía ayudarla? Había acudido a su hermana mayor y era su deber prestarle un socorro porque confió en ella. ¿Cómo defraudarla?

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