Capítulo 49

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26 de agosto de 1710, Exeter, Inglaterra.

Miró el pocillo de vidrio que tenía entre sus manos y los duraznos perfectamente cortados en cubo que este contenía. Sentada bajo el alero de un árbol y una gran sombra, la muchacha observaba una parte del terreno, una pequeña parte comparada con toda la propiedad que significaba la mansión de los Warwick. Tras haberse casado por la iglesia y hacer los papeles necesarios para legalizar la unión, María José podía decir sin entusiasmo que ahora era una Warwick y que su apellido Goodwin había quedado en el recuerdo. Presionó una mano en su pecho, a pesar de lo pútrida que pudo haber sido la actitud de William hacia ella cuando comenzó a convertirse en una mujer, el resto de su vida con ellos y con sus hermanos no había sido del todo negativa, era como una mancha de tinta en un océano, una mancha negra que no cubre todo lo bueno.

Alzó la vista hacia la mansión y pudo distinguir, a pesar de la distancia, que Daniela Cropper subía uno de los tantos peldaños de piedra que había afuera en la terraza que cubría un lado de la mansión. Su corazón se detuvo al instante, empezando de pronto a sudar de ansiedad, no la había visto desde hace un tiempo. ¿Desde cuándo? Bastante poco la vio en los días que se encontraron en Londres, días donde ninguna de las dos cruzó palabras y no porque ella no quisiera, sino porque la castaña la evitaba.

Hace tres días habían llegado desde Londres en un viaje de varias paradas, un viaje donde María José también buscó las instancias para hablarle, pero fue imposible, Daniela se mantuvo ocupada sin siquiera mirarla a los ojos. ¡Esta era su oportunidad! ¿Cómo hacerlo natural? De pronto chilló al ver una mariposa, quería demostrar que aun teniendo todas las libras que quisiera, podía disfrutar de algo tan simple como un insecto. Sin embargo, no se sintió observada, miró hacia adelante y soltó de golpe el pocillo de vidrio que tenía.

Daniela estaba tosiendo compulsivamente contra una pared de la mansión, sentía que el aire no podía entrar a sus pulmones y algo se comprimía en su pecho. ¡Otro de sus ataques respiratorios! Un silbido se podía oír tras cada tos, pero a diferencia de alguien que hace un esfuerzo físico, la escocesa se ponía pálida a medida que pasaban los segundos. Apoyó la frente contra la pared sintiendo la dura y caliente superficie rozar su piel. "Voy a desmayarme" pensó cuando sus piernas se doblaban, cuando sentía su cuerpo temblar ante la tos y las náuseas y cuando el dolor se expandió por todo su tórax. Sólo un poco, sólo un poco de aire entró a sus pulmones, lo suficiente para emitir un gemido cuando su cuerpo perdió el equilibrio y la hizo caer hacia el lado.

María José: ¡Señorita Cropper! –Al escuchar la voz de la inglesa en su oído sintió tal alivio que se desplomó sobre ella- ¡Dios! –Ambas cayeron al suelo, la morena aterrizó en un vestido que traía puesto, gris frondoso y con un escote llamativo. A pesar de que le dolió el trasero, se preocupó de que el rostro de la castaña cayera en su cuello, no quería que se dañara bajo ningún motivo- Oh Dios mío. -Daniela estaba completamente tirada sobre ella, pero al menos la morena se mantenía apoyada en una pared para soportar su peso. Se quedó absorta mirando su rostro y los detalles que sólo se podían apreciar de sus ojos y parte de su tabique nasal que no estaba cubierto con su paño- Y si... y si... -Apretó la mano antes de tocar el paño para saber que había debajo. ¿Cómo violar la privacidad de la muchacha, aprovechando su deplorable estado?

Estuvo así mucho tiempo, debatiéndose entre hacer o no hacer lo que su curiosidad le dictaba, hasta que Daniela poco a poco empezó a abrir los ojos. ¿Cómo reaccionar cuando su nariz estaba percibiendo el aroma más sublime de todos? Sentía como algo suave rozaba su frente, pero lo que la dejó sorprendida y hasta emocionada fue el cómo dos corazones latían acompasadamente. Al alzar la vista, pudo ver tan cerca de ella el rostro de un verdadero ángel de ojos aceitunas y pelo ondulado oscuro, creyó que había muerto con el ataque de tos y la falta de aire. ¿Acaso era el idílico paraíso del que se inspiran los autores en sus novelas? ¿O el bello cielo estrellado con el que los misioneros sueñan en sus travesías nocturnas? Por su parte, María José soltó la mano con la que le sacaría el paño que cubría su rostro, se había arrepentido apenas ella abrió esos hermosos ojos mieles.

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora