Capítulo 60

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30 de noviembre de 1710, al otro día.

Suspiró al sentir el té bajar por su garganta, aquella infusión caliente en un día tan frío como hoy sentaba de maravilla. Aquello sumado a una buena lectura de un libro perfectamente seleccionado podía ser un buen panorama, sin embargo, no había avanzado mucho en las páginas de la novela. ¿Podría tener una lectura tranquila cuando en realidad se sentía viviendo una pesadilla? Cada día que avanzaba, Aaron estaba más distanciado, más obsesionado con su deseo de ser Conde, más serio, lo que podía ser una ventaja porque lo tenía lejos, sin embargo, eso significaba que no podía salir con toda la libertad que quisiera, para no enfadarlo tenía que quedarse en casa y hacer las tertulias en la mansión, salir con la vigilancia de un hombre de confianza para su marido o simplemente hacer cosas rutinarias día tras día puertas adentro. Sentía como la locura le daba la bienvenida con los brazos abiertos, no quería ceder ante los deseos de cometer suicidio, aunque sabía que terminaría naciendo de nuevo 300 años en el futuro, ella realmente sentía ganas por conocer a Daniela siendo campesina. ¿Sería cobarde irse por el camino más fácil?

María José: No puedo más, Dios, no puedo más. –Dejó la tasa vacía y el libro sin abrir a un lado.

Buscó un abrigo largo y pesado característico de su época antes de salir a caminar un poco por los jardines de la mansión.

La iluminación no era tan buena a las 5 de la tarde gracias a las nubes grises y al sol que se escondía temprano, de todas formas, no fue impedimento para salir un poco y tomar aire fresco. Sentía miedo de seguir casada con Aaron, su cuerpo y su mente estaban preparándose para recibir el final de su vida, pero ¿cuándo? "Tiene que suceder algo lo suficientemente malo para darle sentido a la reencarnación" pensó angustiada cuando abrazó su propio cuerpo tras temblar. ¿Era el extremo frío o el miedo que sentía?

Agudizó la vista al darse cuenta de que alguien cortaba leña afuera de un cuarto de madera, podía ser normal, claro, pero no era común que una mujer lo hiciera. Su alma sabía perfectamente quién era esa persona, así que tomó las precauciones necesarias para que nadie la viese caminar hacia esa parte de la propiedad.

Con un sólo movimiento el hacha le daba a la leña que caía partida en dos al suelo y una tras otra las iba acumulando. Si creyó que con eso la rabia desaparecería, estaba equivocada pues sólo aumentaba. ¿Qué más podía hacer? Escuchó un murmullo que la hizo voltear al instante, allí vio parada a María José con una expresión distinta. ¿Qué pensaba?

Daniela: Señora María José. –Jadeaba, podía hacer frío y estar a punto de nevar, pero la rabia y el ejercicio la tenían acalorada- ¿Qué sucede? –Miró hacia los costados- Por favor, por su propia seguridad salga de aquí.

María José: -se sorprendía de verla con los ojos llenos de lágrimas, estaban enrojecidos, había marcas de lágrimas en sus mejillas- Nadie me ha visto llegar a este lugar. ¿Qué le sucede? Puede confiar en mí.

Daniela: ¡No! –Gritó- Si me atrevo a confiar en usted, su preciada vida estará más que en peligro, sería incapaz de hacerle eso.

Temblando se dio la vuelta para irse, pero María José la sujetó de la muñeca y la arrastró hasta la pequeña casita de madera donde guardaban elementos de jardinería. El espacio era reducido, tanto así que sus cuerpos estaban pegados el uno al otro. ¿Qué tan bueno esto podía ser?

En silencio la inglesa la miró tan fijamente que poco a poco Daniela se fue deshaciendo en su angustia, apoyando su espalda en la pared de madera, mientras agachaba la cabeza y se ponía a llorar.

María José: Señorita Cropper, por favor dígame que le está sucediendo. –Se arrodilló en el suelo sorprendiéndose cuando la campesina la abrazó fuertemente y rompía a llorar desesperada. Su angustia era tal, que ella misma terminó por llorar en silencio, quería ser la roca en la que se apoyara, no quería angustiarla más- Llore todo lo que quiera, hágalo por favor.

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora