María José miraba con atención la conversación que tenía Daniela y su madre, la mirada cariñosa que ella le daba a través de sus ojos, la sonrisa de orgullo que le brindaba, todo era agradable y hubiera deseado recibir ese mismo trato. Era extraño, Daniela tenía una personalidad difícil, engreída y quizás con otros calificativos, pero con su madre podía apreciar un amor enorme en cada gesto. En el siglo 18 o al menos en su familia todo era más frío y con rectitud, los padres eran personas de una categoría muy importante a quienes se les debía hablar con mucho decoro, no tenía conocimiento de si otros en la nobleza tenían una actitud diferente con sus hijos, pero viendo como María Fernanda colocaba una mano sobre el antebrazo de Daniela, deseó por un segundo tener aquel mismo contacto con una madre o un padre distinto. María Fernanda se dio cuenta que la muchachita tenía los ojos perdidos en su plato, lucía saludable como para ser alguien que estuviera con náuseas o sin apetito.
María Fernanda: María José, ¿estás bien? No has tocado tu comida.
María José: -meneó la cabeza y le dirigió la mirada- Disculpe, es sólo que estaba pensando en ciertas cosas. –Sostuvo el tenedor y el cuchillo para cortar la carne, Daniela puso los ojos en blanco por el modo en el que lo hacía. Estaba sentada erguida, la punta de sus dedos apenas sostenía los utensilios y sus meñiques se alzaban de forma involuntaria. La psicópata era toda una señorita- Esta carne está deliciosa, creo que vendré más seguido a este restaurante.
María Fernanda: Hay muchos restaurantes que puedes conocer con comida de todo el mundo. –El mesero que las atendía se acercó sonrojado con un lápiz y una libreta en su mano. María Fernanda le dedicó una sonrisa porque sabía lo que deseaba- ¿Quieres que la firme? –Él asintió sonrojado, había escuchado que la actriz era un amor con los fans, pero verlo y sentirlo en vivo era totalmente distinto.
Daniela se dio cuenta que María José miraba con el ceño fruncido el acto y sin poder evitarlo se acercó a su oído y le murmuró lo que significaba.
Daniela: Lo que hace mi madre es lo mismo que seguramente me viste hacer alguna vez, dar autógrafos ¿lo recuerdas? –Hizo un signo con el dedo- Una simple firma puede alegrar a un fan.
Su susurro la hizo temblar y no entendía aquella reacción de su cuerpo. Volteó el rostro hacia la castaña y sus rostros estaban tan cerca que pudo sentir el calor de su piel emanando hacia ella. Su perfume también era una de esas cosas que flaqueaban las fuerzas y las piernas del resto de mujeres. ¿Por qué tenía esa reacción si a ella no le interesaban las mujeres?
Daniela abrió los ojos un poco sorprendida, ¿por qué María José se sonrojaba? Se sentó de mejor manera en la silla, pero cuando miró a su madre, ella las observaba con una sonrisa extraña. "¿Qué?" susurró sin entender su cara. María Fernanda no era tonta, simplemente observaba. María José le dio una sonrisa incómoda y se concentró en su plato, alcanzó a ver algo de su trato con los fans, no sabía cuan famosa era, pero por comentarios de Daniela podía imaginar que su fama era mucho más que la suya. También unos días atrás pudo ver el trato que ella le daba a sus fans, definitivamente era algo que había heredado de sus padres.
María Fernanda: Daniela, supongo que no olvidarás que el cinco de septiembre es la celebración del cumpleaños de tu padre en la casa con la familia completa, el sábado será de forma pública.
Daniela: No mamá, es imposible que olvide las fechas importantes de la familia. –Su tono sonaba como si no le gustara que le recordaran lo obvio.
María Fernanda: -dejó los utensilios a un lado- Es sólo que con las agendas apretadas de todos a veces se pueden olvidar las cosas. Has crecido tanto, se me olvida que eres una mujer de 26 años. –Acarició su mano con tanta dulzura que María José sintió ganas de llorar, ella nunca tuvo ese afecto de sus padres- María José ¿tienes algún pasatiempo? No creo que trabajar con mi hija en publicidad sea uno.