Capítulo 24

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Sentía que el aire le estaba faltando, pero la necesidad de besar sus labios era mucho más grande que respirar unos segundos. Se separaron lentamente, Daniela mordió su labio inferior poco a poco hasta soltarlo y esbozar una sonrisa, tenía miedo, sí, pero sonreía porque había sido realmente placentero besarla.

Los ojos de María José brillaban más que nunca, sus mejillas se habían tornado rojas por el calor del sol y la reciente escena, su corazón latía tan rápido como el de la mujer que la sostenía, no quería hablar, porque muchas cosas pasaban por su cabeza en este minuto. ¿Qué pasaría entre ellas ahora? ¿Cuándo debía decirle lo de su reencarnación? Aún era muy pronto.

Daniela: ¿Te parece que salgamos del agua? Nuestros dedos se arrugarán, –ambas miraron el agua que bordeaba sus cuerpos bajo sus pechos, la laguna no era profunda, pero sí estaba helada- o terminaremos resfriándonos

María José: Está bien señorita Calle. ¡Ah! –Gritó confundida cuando sin previo aviso Daniela la sostuvo entre sus brazos como recién casadas, el agua escurría por la ropa y el cabello de la inglesa.

Daniela: A partir de ahora me dirás Daniela, no quiero que me trates de señorita Calle, o dime como quieras, pero no me hables de usted. –Antes de que María José respondiera, la besó rápidamente para evitar que hablara. No entendía que estaba haciendo o porque se comportaba como una muchachita de 15 años, pero lo dejaba pasar porque creía que eran efectos del paseo, además, besarla era exquisito- Si hablas formal de nuevo, tendré que castigarte.

María José: -mantuvo los ojos cerrados unos momentos para disfrutar del efecto que dejaban los labios de Daniela sobre los suyos, conservar esa sensación sería una tarea que debía asumir hasta que desapareciera- ¿Y me castiga de esta forma?

..................

Alzó la mirada por sobre su taza de café, estaban todos alrededor de una fogata, era la última noche del paseo, porque al día siguiente se irían durante la mañana, en eso habían quedado de acuerdo todos, sólo serían dos días de descanso. María José podía sentir cierta hostilidad por parte de la amiga de Daniela que se le había ofrecido en el almuerzo, la mujer la miraba con el ceño fruncido cada cuatro segundos, pero no era la única, Liam parecía haber perdido el brillo en su mirada o el tono cariñoso con el que siempre se dirigía a ella. Eran los únicos que actuaban diferente, porque los demás seguían igual de graciosos, diciendo chistes o contando alguna divertida anécdota. Goodwin era inocente, pero Daniela Calle sabía lo que había pasado. ¿Era coincidencia que después de darse un beso, ellos se comportaran diferente? Era evidente que las habían visto sin que se dieran cuenta.

Liam: ¿Cómo le harás esta noche María José? ¿Acaso tu carpa no tenía un agujero? –Lo decía indiferente, tenía deseos de sonreírle, pero recordarla besando tan apasionadamente a Daniela, le ardía en el pecho.

Daniela: Le pasaré la mía, volveré a dormir en su carpa. –Dijo de inmediato ¿Qué información quería sacar? El turco asintió sin dejar de mirar su varilla y los malvaviscos que se derretían en ella. Estaba contando hasta diez para no dejar que los celos superaran su inteligencia, que no superaran su fuerza y terminara hablando demás.

Esa noche terminó tal cual Calle lo dijo, después de que cada uno se despidió, le pidió a María José que durmiera en su carpa con el saco de dormir, ella podía hacerse su propio saco envolviéndose entre mantas. Debía ser así por dos razones, una, la inglesa merecía dormir caliente, y dos, tenía el presentimiento de que más de un par de ojos estarían pendientes de si cumplía o no lo dicho.

A la morena por supuesto que le costó conciliar el sueño, estaba tibia, sí, pero no era lo mismo que dormir entre los brazos de Daniela, no era lo mismo que sentir sus susurros o sus caricias sobre la frente para dejarla descansar de mejor manera. Los menores ruidos de la naturaleza despertaban sus sentidos, dormir así se hacía difícil, sobre todo cuando incluso el roce de las hojas en los árboles era incómodo. ¡Que la noche terminara ya!

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora