Capítulo 10

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En su interior lo sabía, no necesitaba más que ver esos ojos mieles y ese rostro parcialmente cubierto para darse cuenta de que la persona bajo esas mantas era exactamente la misma de hace 300 años atrás. Tenía la escena muy detallada en su mente, la "campesina" que la miraba con los ojos más intensos y vivos que había tenido la oportunidad de conocer, su cautela al expresarse frente a ella, la humildad, la sorpresa de que una chica de la nobleza le dirigiera la mirada y la palabra. ¿Pero por qué esta mujer era un extremo opuesto? ¿Y si al reencarnarse las personas se convierten en alguien de actitud distinta? ¡Pero qué estaba diciendo! ¡Ella no era la campesina de su época! Pestañeó un par de veces, pero antes de retirarse para salvar la gota de dignidad que le quedaba y por supuesto, antes de que ella le gritara por entrar a su habitación, Daniela sonrió bobalicona cuando se retiraba de la cara la manta que la cubría. Una sonrisa... ¡Una sonrisa! El gesto la dejó aturdida.

Daniela: ¿Hola? –Por el olor era obvio que estaba borracha, aunque quizás enferma también- ¿Eres un hada del bosque?

María José: Señorita Calle, usted está teniendo alucinaciones, le ruego descanse –le indicó la bandeja a su lado- la señora Aysel le ha cocinado esto, es una sopa de pollo.

Daniela: Hada, hadita, hadita. –Alargó su mano con el dedo índice apuntando hacia ella, lucía cansada, la piel le ardía y sudaba- ¿Concedes deseos?

María José: Las hadas no existen. –"Pero me he transportado 304 años más adelante, quizás debería considerar la idea de su existencia" pensó confundida, le era incómodo que la señorita Calle estuviera en un estado de aturdimiento, dulzura y ebriedad. Quería salir corriendo ante la idea de que ella fuese la reencarnación de aquella campesina ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ella?!- Tome la sopa por favor.

Daniela: No puedo mover mis brazos, me duele el cuerpo, estoy enferma. –Hizo un puchero y ella frunció el ceño ante esa actitud, el alcohol causaba milagros, aunque fuesen pasajeros- ¿Me la das tú?

María José apretó sus manos, indecisa ante esa petición ¿Por qué tendría ella que ayudarle a tomar la sopa? Daniela Calle era una mujer petulante, una mujer que podía calificar como una "casanova" y egocéntrica, incluso le había dicho a la mujer que había encima suyo, que ella era una sirvienta nada más. No tenía nada en contra de los criados y los consideraba necesarios, su labor era impresionante, tener que soportar las peticiones y ofensas de los jefes era algo que ella no podría hacer. Pero esto era distinto, María José Goodwin no era una mujer vengativa y mucho menos guardaba rencor, la habían criado para tener carácter, pero también su ser interior siempre le había enseñado a ser diferente y buena persona con los demás. Le dio una mirada a Daniela con molestia, pero ésta le seguía sonriendo bobamente, esta vez le estiraba la cuchara para que la ayudara con la sopa.

Daniela: Hadita, dame la sopa por favor. –María José gruñó, pero como siempre ante todo mantenía la compostura de una señorita con clase.

María José: ¿Puede apoyarse en el respaldo de la cama? –Quejándose Daniela tomó fuerzas y se apoyó tal como la "hada" se lo pedía, aunque se sintió demasiado bien cuando le acomodó las almohadas tras su espalda- Tome, aquí va la primera cucharada.

Daniela: -aceptó la primera ración de sopa, caliente y deliciosa como sólo Aysel podría hacerlo- Muchas gracias hada, quiero más. –Y así bajo esa mirada lobuna y depredadora, María José le daba las cucharadas de sopa hasta acabarla toda. Cansada de hacer tanto esfuerzo, Daniela volvió acomodarse bajo las mantas de la cama, lo único que quería era dormir y moría por hacerlo tomando la mano de esa preciosa hada que la cuidaba, mas, el estar enferma y ebria era la peor combinación del mundo, tenía el presentimiento de que acabaría vomitando sobre ella- Muchas gracias, señorita Goodwin.

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora