¿La seguiría? ¿Confiaría en ella y se resguardaría entre sus brazos? Dudas asaltaban su cabeza, porque si lo que había dicho era cierto y podría hacerlo, ¿sólo hablaba desde su perspectiva como Daniela Calle o su vida pasada como campesina de alguna forma la incitaba a decirle eso? Tenía la impresión de que esto era una señal para ella, las ideas, las piezas del rompecabezas que responderían su duda ante cuál era el propósito de su viaje a través del tiempo. Pero no, no quería coger esas ideas porque temía que no reaccionaría bien enterándose ahora del por qué había llegado y el cómo regresaría, si es que lo hacía. Dio un largo suspiro antes de mirarla fijamente de nuevo. ¿Había dudas de que ella fuera aquella campesina en el siglo 18?María José: Daniela. –Susurró, la castaña ahora tenía sus manos sobre la cintura de la morena. Curioso ¿no? Uno de sus primos la tocó en ese lugar y se sintió incomoda, pero ella lo hacía y no decía algo al respecto- ¿Por qué eres así de bondadosa de repente? ¿Qué quieres lograr con eso?
Daniela: ¿Una persona no puede cambiar o reconocer que las cosas anteriormente no estaban bien? –María José se quedó callada, ella tenía razón- No soy una santa, al contrario, soy una desgraciada con las mujeres y no me interesa una relación seria, sin embargo... -se quedó callada antes de decir una estupidez. Ella por supuesto que no veía a María José como otra cosa, sólo era una muchacha a la que ayudaba a encontrar su camino, pero no podía, simplemente estos días sentía que no podía seguir tratándola con tanta desfachatez- Bueno, no creo que merezcas ser tratada mal, no cuando no has hecho nada malo conmigo. –La morena notaba su mandíbula tensa, ella no estaba acostumbrada a reconocer errores, a pedir perdón, ni a hablar así- ¿Regresamos?
María José: ¿Acaso no soy una mujer? –Daniela frunció el ceño sin entenderle a qué se refería con esa pregunta, pero ella meneó la cabeza con una sonrisa avergonzada- Gracias señorita Calle, por... Por esto. –Acarició la chaqueta sobre su espalda y pasó al lado de la castaña rozando su cuerpo sin darse cuenta.
Daniela gimió y se volteó para ver su menuda figura desaparecer por el camino de piedras hasta entrar a la mansión. Quizás María José le hacía esa pregunta por una razón, quizás creía que ella no la veía como una mujer porque decidió dejar de tratarla con crueldad. ¿Estaba loca? Lo cierto aquí, era que no estaba acostumbrada a mujeres que mostraran un lado tímido, dulce e incluso que incitara a ser protegidas. Las mujeres con las que ella se relacionaba tenían personalidad fuerte, eran ardientes, eran sólo para una noche. María José de alguna forma merecía el respeto que ella no usaba con las demás.
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Martes 9 de septiembre 2014, 4 días después.
La sonrisa en los labios de la muchacha se desvaneció cuando recordó que después de las clases tenía una conversación pendiente. En la sala de aquel teatro había quince alumnos, doce chicas y tres chicos dispuestos a aprender a tocar tan bello instrumento, como lo era el piano. La voz y la paciencia infinita de Goodwin era una buena combinación para que los muchachos siguieran su metodología al pie de la letra, sin reproches, sin distracciones. Miró el reloj en su muñeca disimuladamente, eran las 16:55 de la tarde, sólo le quedaban 5 minutos más para terminarlo todo y enfrentarse a lo que se había comprometido.
El fin de semana anterior tomó valor, marcó el número que aparecía en la tarjeta que le había entregado la gitana para tener una conversación con ella, sobre las cosas que sentía, lo nuevo que se venía y lo que con el pasar de los días descubría. Necesitaba el consejo de la única persona en este siglo que tenía luces de quién era, alguien con una capacidad sobrenatural para ver el futuro de las personas y leer sus pensamientos cuando estaban dispuestos, una mujer cálida que no quería lucrar con su don.
Se reunieron el sábado en la noche en una cafetería que quedaba muy cerca del departamento de Daniela Calle, justamente para que no se extraviara, la gitana no cuestionó su petición porque la entendía. Esa noche se enteró de que la gitana se llama Sounya y desde muy pequeña tenía el "don", algo que le hizo pasar muy malos ratos cuando niña, porque no entendía sus capacidades, constantemente se preguntaba por qué sabía cuándo las personas fallecerían, tendrían sorpresas o cosas por el estilo. Allí estando en un rincón del restaurante le contó que se había topado cara a cara con alguien que la confundía con otra mujer que tenía el mismo nombre y rostro al parecer, ¿cómo podía actuar? ¿Era parte del destino o lo debía evitar? Como lo supuso, la gitana no le dio más información, porque cualquier cosa que dijera de más, podía cambiar el rumbo de las cosas, sin embargo, le dijo que tomara el mismo valor que tuvo para hablar con ella y lo usara con esa persona, todo llegaría con el tiempo.