Devonshire, Inglaterra, 5 de abril de 1710.
Un gruñido quería escapar de su boca, sin embargo, debía recordar que a pesar de que la relación con sus hermanos pequeños no fuera la mejor, siempre la tomaban como un modelo a seguir. Si ella cometía una falta en su conducta, ellos la repetirían y sus padres se enterarían. ¿Pero qué podía hacer? Le parecía inconcebible la idea de tener que estar siempre presente cuando la institutriz educaba a sus hermanos casi como si la educara a ella, ya tenía 20 años, más debía recordar que aún estaba bajo el alero de sus padres y debía obedecer sus reglas. Incluso la absurda idea de su padre, William Goodwin, de que no contrajera matrimonio hasta la edad de 20 años ¿Por qué hacía eso? Las muchachas desde los 14 años se casaban, pero ella siempre tuvo que mirar hacia un lado y esperar a que llegara su turno, escuchando los comentarios mal hablados al respecto. En realidad, la excusa de su padre para esperar tanto, era que el primogénito de una importante familia muy cercana al rey estaba interesado en ella y que ya la había proclamado como suya, pero por motivos de trabajo, expediciones e investigaciones por el mundo, llegaría cuando la primavera de 1710 llegara a su fin. Antes la idea de eso la hubiera llenado de júbilo, se habría preparado con esmero para encandilar a su prometido, mas ya siendo una mujer todo era distinto, sobre todo por... bueno, no era necesario entrar en esos recuerdos tan dolorosos y repugnantes.
XX: ¡Señorita Goodwin! –La fuerte pisada de la institutriz sobre la madera la sacó de sus pensamientos- Usted suele perderse en sus sueños, Dios, no me sorprende que ningún hombre se haya casado con usted y que sea lo más comentado de la sociedad.
María José: -"Cuando termine la primavera Aaron Warwick vendrá por mí, eso todo el pueblo de Devonshire lo sabe, así que sus palabras no me intimidan." Ojalá lo pudiera decir en voz alta y no sólo en su cabeza- Permítame disculparme por mi comportamiento, señora Doyle.
Sus hermanos emitieron una risita, pero al ver la dura mirada de la institutriz Doyle cesaron y siguieron con su lectura en completo silencio. Los niños Goodwin, incluso los más pequeños eran educados en casa por dos profesores que los instruían de acuerdo con sus edades, en matemáticas, historia, geografía, filosofía y lenguas como francés, italiano y latín. La institutriz los educaba para que tuvieran conocimientos en pintura, preceptos morales y religiosos católicos, así como también artes musicales como canto, violín y/o piano. Ellos; William de 11 años, Rachel de 10 años, Elizabeth de 9 años, James de 8 años y el pequeño Charles de 6 años aún tenían que vivir la "tortura" que sus padres querían para sus hijos, querían chicos de alta sociedad que tuviera un rico conocimiento en varios ámbitos de la vida. Por suerte María José ya sabía todo aquello de memoria y dedicaba sus días a obras sociales, tertulias con sus "amigas" y enseñar música a los hijos de las grandes familias de clase alta. A pesar de eso ¡Odiaba estar supervisándolo todo!
Doyle: Señorita Goodwin ¿No debería practicar para el baile de esta noche? Cientos de personas están ansiosos por escuchar su interpretación en piano. - ¿Por qué ahora se comportaba simpática cuando hace unos minutos la había reprendido por su comportamiento? Sí, solía aterrar esa mujer.
Rachel: Es cierto ¡Qué fabuloso! Me pondré mi vestido y sombrero que nuestro padre trajo de Francia, de todas formas ¿Qué celebraremos?
Doyle: A sus padres les gusta mantener relaciones cercanas con políticos y familias de buenas costumbres, no debe haber un gran motivo para que los Goodwin celebren en la mansión cuando se les plazca.
María José se levantó del asiento un poco asqueada, haciendo obras sociales veía a las familias de clases bajas y todas las necesidades que tenían. A diferencia de sus amigas y otras mujeres de su mismo estrato, ella sí hacía caridad desinteresadamente y no como una forma de expiar sus pecados, de los cuales siempre se jactaban los demás.