Capítulo 54

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Octubre, 1710, Inglaterra.

Blanco como las nubes, blanco como la nieve, suave y encantador como el algodón. María José repasaba lentamente sus pálidos dedos por las teclas blancas del piano, a la espera de la mujer que había citado a esta hora. Aquel pequeño cuarto en un sitio casi olvidado de la mansión se había convertido desde hace pocos días en un lugar de distracción, de encuentro de dos almas tímidas que se unían por algo que tenían en común, el amor por el piano.

De tres encuentros secretos que tuvieron allí, poco y nada se hablaron, tan sólo se observaban con rostros tímidos, mientras la otra tocaba y demostraba toda su pasión por ello. ¿Quién sería la siguiente en inventar la próxima melodía que sería expuesta en los grandes teatros de Europa? Fue un comentario lleno de gracia que dijo Daniela Cropper cuando le tocó a ella inventar algo. Silencio, complicidad, tres encuentros de breves 30 minutos que pudieron efectuar cuando la campesina encontraba espacio en los quehaceres de la mansión y cuando ella no estaba ocupada haciendo vida social con gente aristócrata o el pueblo.

Miró el reloj antiguo y ya había pasado media hora después de la hora acordada. ¿Estaría realmente interesada en aprender a tocar a dúo? Aunque pensó un poco más, ella no había faltado a ningún encuentro con ella, no se había pasado de la hora, siempre la estaba esperando. ¿Qué habría pasado? Se acordó de una vez hace ya varios días atrás, cuando la vio ahogarse contra una pared de piedra acá en la mansión, su problema de salud, la falta de aire, la tos constante.

Tuvo un mal presentimiento que la hizo pararse al instante, salió disimuladamente de allí y caminó hacia las estancias en las que creía poder encontrarla. Investigar, sacar un lado curioso, jugar a encontrar tesoros dentro de la mansión de los Warwick, era casi como introducir una aguja en un océano y nadar para encontrarla. Por poco la mansión alcanzaba los estándares para ser llamada palacio, aunque estaba cerca, ser la familia consentida de la reina Ana le daba una gran cantidad de beneficios de los cuales ella podría gozar si realmente quisiera hacerlo o pertenecer a los Warwick, en el fondo se seguía sintiendo María José Goodwin.

Una hora más tarde, cuando le faltaba sólo una estancia que recorrer, miró hacia un pasillo que conducía hacia una escalera casi tétrica, un pasillo oscuro con apenas unos halos de luz que provenían de una ventana pequeña al final. Sintió escalofríos, ahora sentía el peso de la historia sobre sus hombros al ver la construcción y el ambiente opaco en una mansión tan antigua e impotente. Se armó de valor, apretó las manos y tras aguantar la respiración dos segundos, pasó por el pasillo frente a ella, poco a poco y no sabía cómo explicarlo, poco a poco una energía negativa la fue envolviendo.

Un dolor agudo y punzante recorrió desde la parte posterior de su cabeza hasta el talón derecho, tan sensible se sintió que no pudo evitar temblar. Le tenía pavor a los arácnidos y cualquier cosa extraña de tantas patas, sabía que había varias que estaban contentas por estos rincones tan abandonados y oscuros, pero hizo lo posible por no ceder a esos pensamientos.

María José: ¿Señorita Cropper? ¿Señorita Cropper? –Murmuró castañeando la mandíbula- Por favor aparezca luego. -Cuando creyó escuchar algo, la sensibilidad de su oído se hizo más fuerte- ¿Señorita Cropper? –Empezó a subir la escalera de piedra en forma de caracol que había, hasta que en el último escalón arriba vio una figura acurrucada contra la pared, una figura que temblaba. La reconoció de inmediato sin verle el rostro- ¡Daniela!

A pesar de lo grueso y costoso que podía ser su propio vestido, corrió por la escalera sosteniéndose para no caerse de bruces. Al verla a sólo un metro de distancia, se acercó tan lentamente como pudo para no espantarla, alargó su mano y la apoyó sobre su cabellera pues era lo único que se veía, tenía el rostro escondido entre los brazos.

enamorar(te) | caché.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora