Capítulo 32
"Guiar"
Nefira soltó a Marco, se apartó de él y se abalanzó contra Scarlett. Transformándose en su forma original, sin importarle que sus ropas se rompiesen, la pelirroja dejó al aire sus alas grises y sus garras afiladas, haciendo que sus dedos se viesen aún más largos. Empujó a Sander contra un sillón y derribó a la morena. Scarlett no sabía que estaba pasando, el porqué de aquella reacción tan bestia y poco formal, pero tampoco quería hacer nada en contra. No quería ni defenderse ni atacarla, no cuando les habían dado un voto de confianza y menos cuando su antigua "familia" le había arrebatado todo. Dejó que Nefira le pegase en la cara y se desquitase, era lo correcto.
Sander y Marco las apartaron de inmediato.
— ¡Llevadlos a la biblioteca! ¡Reunión ahora! —gritó Wells sujetando a una Nefira airada y con lágrimas en los ojos.
Tristán apareció corriendo desde la cocina con un trozo de pan en la boca al escuchar el jaleo que se había montado en el salón. Tomó de un brazo a Scarlett mientras que Sander lo hacía del otro, guiándola por el pasillo del piso inferior hasta el final, donde una puerta de madera oscura estaba medio abierta. Los demás, pisándoles los talones, obedecieron el mandato del Wells. Tras la puerta, una amplia biblioteca con un inmenso ventanal en su extremo más alejado les daba la bienvenida. Estanterías llenas de libros, una gran mesa en el medio, otra más pequeña frente al ventanal y una alfombra tan extensa como la habitación.
La rubia se adelantó y con gran rapidez alejó una de las sillas de la gran mesa de esta para que pudieran sentar allí a Scarlett, quien iba escupiendo sangre a pocos. Después del encuentro con su padre adoptivo se veía horrible, pero tras haber recibido golpes por parte de la pelirroja, se veía aún peor. Los moretones que adornaban su cuerpo, ahora también los tenía en la cara. El francés y su hermano la acercaron allí y la sentaron, dejándola apoyada contra el respaldo. Doc corrió a su encuentro con alguna gasa o algodón.
— ¿Pero qué cojones le pasa a esa? —soltó Sander exasperado, apelmazándose el pelo con ímpetu.
—Es difícil de explicar. Es una especie de trauma, que comenzó hace doce años, cuando se convirtió en la última Ring. Exceptuando a Marco y a Mey, no hablaba con nadie y estuvo así siete años —explicó Doctrian mientras limpiaba el labio partido de la morena. Nadie, salvo Sander, lo miraba; el tema de Nefira no era muy popular entre ellos—. Ese día la cambió por completo.
— ¿Y por qué la tuvo que atacar? Mi hermana no hizo nada.
—Protege su territorio —susurró Zaxe a un lado de Tristán. Asustada.
— ¿Cómo que protege su territorio? —Scarlett, con los labios hinchados y rojos por la sangre, miraba a todos confusa. La situación era cada vez más surrealista.
—Tiene a Marco como su héroe que siempre va a salvarla y que estará con ella pase lo que pase. En alguna parte de su cerebro piensa que él es suyo desde pequeños. Por lo que encontrarlo con otra mujer, además de una de los que mataron a su familia, la ha hecho perder el control.
En la biblioteca reinó el silencio tras las palabras de Doctrian.
Nefira era sin duda una maraña de problemas andante. No solo era inestable, sino que también era una persona destruida por dentro. Y en el fondo, Scarlett la comprendía como nadie. Siendo sinceros, ambas podrían ser las únicas en entenderse entre ellas. Ambas cayeron en su momento, raspando sus rodillas, lastimándolas, heridas por lo que les rodeaba, como si en vez de estar en la Tierra estuviesen en algún páramo de Oinomed tentadas a escuchar los susurros de la perdición. Sabían que el suelo era muy cómodo después de tantos intentos de alcanzar el cielo, pero ambas se levantaron a pesar de estar cansadas de todo, a pesar de ser un reino derruido en su interior, una más que la otra.
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El Loto Negro: ¿Podría Olvidarse El Pasado?© || ELN1
FantasyQuién te diría que alguna vez odiarías tu vida, tu hogar y a ti misma... Scarlett Rixon, una joven de dieciocho años, se ve obligada a viajar desde Polonia a Eslovaquia para tomar un avión a Londres. Después de estar en un infierno del que pocos con...