54. Mortal

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Capítulo 54

"Mortal"


2017, 22 de noviembre.


Las temperaturas habían empezado a bajar hacía una semana y con ella llegó la nieve. Ya no había tantos días con el cielo despejado. Los animales tampoco se dejaban ver, buscaban un resguardo cuando ya no fuera posible estar fuera. El paisaje se había vuelto gris y apagado.

En la Casa Wells reinaba el silencio, aun cuando sus habitantes estaban muy despiertos. Esperaban la llegada de los Snø. No habían hecho nada más que esperar. Los entrenamientos se habían cancelado y las reuniones atrasado. Pocas veces cuadraban cuatro personas en una habitación. Ya nadie tenía ganas de nada. Salvo por una vez. El 20 de noviembre habían recibido una carta del norte: esa semana irían los gemelos acompañados del jefe de los rastreadores como habían prometido. Aquel día volvió a resplandecer el brillo de la esperanza en los ojos de todos.

Esa mañana, al alba, cuando Rina volvía de cazar, se cruzó con ellos en el bosque. Enear e Irina montaban dos preciosos yensos, mientras que Benjamin... Era Benjamin en estado puro. Los cuatro regresaron a la casa sorprendiendo a los que estaban despiertos. Tan solo dos personas no se habían enterado de la llegada de los norteños.

Esa mañana, Scarlett había vuelto al pasado. A uno no tan lejano...


Era invierno. El paisaje canadiense estaba nevado. Una misión para los tres. Rastrear, encontrar y cazar. Simple y fácil.

La casa estaba escondida en un bosque, cerca de un rio. Según los informes solo eran tres miembros: el objetivo, su mujer y su hijo. Sombras tras los troncos blancos. Vestidos de negro donde nada brillaba salvo por el color metálico del hafnio en sus armas. Ángeles de la muerte. Habían estado acechando desde los árboles. Sus ojos fijos en la casa de madera. Esperando el momento oportuno. Ella delante, con sus manos en las empuñaduras que sobresalían de su cinturón. Sander a su lado, con el ámbar brillando airado y con la respiración formando fuertes vahos. Y el general detrás de ellos, observándolos de cerca. Tan de cerca. El león al cervatillo.

No se habían movido de su escondrijo hasta que, después del medio día, el hombre salió de la choza. Tenía el pelo, rubio y largo, recogido en una trenza y su frondosa barba estaba mejor cuidada que en la foto que ellos recibieron. Llevaba un hacha con él. Detrás, un niño pequeño, de unos diez años, salió. Abrazó al hombre y se despidieron.

Ahí estaba el momento que esperaban.

Se escuchó como el cuerpo de Sander sufría su cambio y ella se preparaba. La forma hibrida ya no estaba escondida. Ambos comenzaron a acercarse a la casa. Sigilosos, mortales. Fue fácil entrar y someter a la mujer y a su hijo entre la bestia de Sander y la férrea, a la vez que pétrea, mirada de ella. Dentro de las paredes de madera esperaron a la llegada del hombre. Poco antes de la puesta de sol. El objetivo volvía con el hacha de una mano y leña debajo del otro brazo. Allí le esperaba una tétrica sorpresa. Delante de su casa, su mujer e hijo estaban de rodillas con Sander y ella a sus espaldas. Apoyado contra la madera, el general miraba todo, tranquilo.

La leña cayó al suelo y el hacha voló contra el licántropo. Ambos se enzarzaron en una pelea. Una danza que embelesaba a la muerte expectante. Eran fuertes y hábiles, pero solo podía haber un ganador, solo saldría uno victorioso. El lobo se movía sin preocupación, con determinación en los ojos, como si estuviese jugando con aquel hombre. Y cuando se cansó, clavó sus garras en el cuello del objetivo y después se lo partió, arrancándoselo del cuerpo. Las dos partes cayeron al suelo. El tatuaje de la flor de loto estaba dividido.

El Loto Negro: ¿Podría Olvidarse El Pasado?© || ELN1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora