Las tazas humeaban en la mesa. El rostro de Juls no auguraba nada bueno y ella se sentía culpable hasta la médula. El semblante de su amigo, sin embargo, era demasiado sombrío como para ser Joy completamente responsable.
En los últimos tiempos, se le complicaba la tarea de ser una buena amiga. Desde que tenía problemas nuevos, sólo podía pensar en ella y los conflictos que no sabía resolver. Antes de David y Sebastian, lo único que irrumía la paz de su vida era la universidad. Quizás alguna conversación con su madre, pero todo era más equitativo.
Juls hablaba, luego hablaba ella, se quejaban de sus pesares y luego miraban películas y estudiaban juntos. Quería ocuparse de él, pero no podía dejar de pensar en ella, en Bastian. Era un yoyó.
Ya se había disculpado diez veces por no contestar las llamadas y por haber desaparecido. Había explicado media docena de veces el asunto del tráfico de datos. Ante todo, Juls había asentido y le había dicho que no importaba. Y parecía que realmente no importaba. Aquello asustaba a Joy, que siempre había sido una prioridad en la vida del muchacho.
Se acercó la taza a la nariz y olfateó la manzanilla y la rosa mosqueta. Notó que la mesa estaba desarreglada. El departamento siempre estaba impecable, era extraño que el camino estuviera arrugado y las cenizas del velón rojo se encontraran esparcidas por la tela.
También observó que había un cúmulo de ropa limpia en un costado del sillón y que la biblioteca estaba mucho más vacía que lo usual.
—Juls, ¿qué está pasando? —preguntó extrañada, mirando hacia atrás, al zapatero junto a la puerta, que sólo tenía un par de zapatos de hombre.
—Nada —respondió él, frotándose los ojos. Estaba ojeroso y despeinado.
Se preguntó qué tan ensimismada podía haber estado al entrar, si no había notado nada de eso.
—Juls, ¿qué pasó? —insistió.
Él miró el techo y chasqueó la lengua. Tenía los ojos vidriados.
—Nada... —suspiró—. Hice las cosas mal, Joy. Sólo eso —frunció el entrecejo y negó con la cabeza.
Tomó su taza y sorbió el té caliente.
—¿Bree está bien? —atinó a preguntar.
Juls negó y bajó la cabeza. Y Joy se sintió la peor amiga que jamás hubiera pisado jamás la superficie del planeta Tierra. O cualquier otro. Su amigo estaba pasándola mal y ella había desaparecido. Estaba demasiado acostumbrada a que Julian estuviera pendiente de ella, de sus problemas. A que la rescatara todo el tiempo. Lo más probable es que la hubiera llamado para hablar con ella de él. De lo que fuera que hubiera pasado.
A su amigo no le valían de nada sus disculpas, porque honestamente no estaba pensando en ella. Necesitaba a alguien que lo ayudara de manera urgente, eso era claro.
—¿Quieres hablar del tema ahora? —él negó—. Bien, ¿qué te parece si ordenamos este departamento, que ya parece Bosnia —propuso.
Juls sonrió y asintió, antes de fregarse la cara, tomar aire y ponerse de pie. Había mucho que hacer. Joy decidió que lo último sería esa enorme pila de ropa para planchar.
En menos de dos horas, ya los dos ambientes estaban limpios y ordenados —aunque no había forma de solucionar el vacío de la biblioteca y del placar—. Luego de poner la casa en orden, Juls acabó sentado a la mesa, acomodando las prendas que Joy planchaba y doblaba en pilas prolijas.
—¿Vas a decirme qué pasó? —quiso saber ella.
—Pasó que tu amigo es un idiota, un cretino, y se cobró lo que le tocaba —dijo, esta vez con odio en la voz, probablemente hacia sí mismo, se dijo Joy.

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Pariente Legal
Novela JuvenilNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...