Había terminado su extenso relato y los ojos verdes la observaban con picardía. Joy comenzaba a sentirse incómoda y había desviado la vista hacia una maceta y las fotos familiares del gran mueble que ocupaba una pared por completo.
—Cariño —la castaña volvió a fijar los ojos en su madrina frente a ella—, dime qué es lo que en verdad sientes respecto a todo esto.
En toda su vida, jamás había visto tal satisfacción en el rostro de su tía.
—¿A qué te refieres? —preguntó con su mejor cara de niña buena—. Ya te lo dije, me di cuenta de que Sebastián no me gusta ni un poco y de que vamos a ser hermanos dentro de un par de días. Supongo que se trató sólo de una confusión, como no suelo fijarme en chicos y él es atractivo.
Tenía los ojos abiertos en una máscara de inocencia que generaba en su interlocutora una expresión de diversión y sospecha.
—Joy, no supongas, para eso estoy yo, para decirte qué es lo que te sucede. Cariño, en mi vida te oí hablar de un muchacho, mucho menos en este tono. Creo que es más que evidente que no es simplemente un futuro pariente legal para ti. Hay algo que no me has contado. ¡Anda! Te va a hacer bien sacártelo del pecho —dijo con una sonrisa picaresca.
La castaña cruzó las piernas a modo de indio y se abrazó las medias con las manos, removiéndose incómodamente en el asiento. Tenía sabido que no hacía falta que le contara nada más a su tía, no era una obligación, podía contar lo que quería, pero se sentía culpable por guardarse algo y se le notaba en la cara. Todo el mundo le decía que no era capaz de esconder nada, y que hubiera necesitado hablar con alguien del tema era prueba contundente de que tenían razón.
—Él... emm... él —tomó aire y se relamió los labios—. Compartimos un... emm... par de besos —terminó con la voz casi inaudible y las mejillas ardientes.
Valeria aplaudió y saltó de su silla, asustando a Joy, que dio un respingo antes de recibir un abrazo constrictor.
—¡Te felicito! ¡Tu primer beso! ¿Cómo fue? —preguntó con ansiedad, acomodándose a su lado.
—No me felicites, me los robó. Los dos —sentenció con demasiado ímpetu del debido. Su madrina enarcó una ceja y sonrió—. De acuerdo, de acuerdo. El segundo fue más... mutuo. ¡Pero no me gusta! Sólo lo encontré atractivo, pero ya está, hizo algo horrible.
—Una cosa a la vez —la detuvo—. Dime qué tal los besos, luego cuéntame la cosa horrible que hizo.
Joy tenía calor, probablemente tenía el rostro rojo de vergüenza. No le gustaba contarle esas cosas a nadie. Ni Juli sabía qué había sentido en los brazos de Sebas. Además, estaba convencida de que todo lo que había sentido por él había sido entusiasmo, ansiedad. Como jamás había experimentado cosas como aquellas, era un juguete nuevo en el corral.
La única persona que sabía tocar sus botones para que vomitara lo que guardaba en el pecho era su tía, talento que solía aprovechar. Ni aún Joana era capaz de lograr que se abriera por completo.
En resumidas palabras, intentó explicarle a Valeria su corazón desbocado, la electricidad en el abdomen, el hormigueo en las manos, la pasión que Sebastián había transmitido, la hinchazón de sus labios y el calor que estos irradiaban después de ser besados. Su aliento, su perfume. El respeto que le había tenido, cómo no se había acercado a ella más de lo debido y el hambre que ella había sentido por su cuerpo. Era mucho para explicar resumidamente, pero hizo lo mejor que pudo. En algún momento, olvidó que estaba hablando con otra persona y se sintió confesada y absuelta por ella misma.
Valeria parecía estar a punto de estallar de alegría, Joy temía que fuera a prender la radio y ponerse a bailar arriba del escritorio, aunque no comprendía la felicidad ante algo tan trivial con alguien tan superficial como Sebastián.

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Pariente Legal
JugendliteraturNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...