Hacía un buen rato que la última pisada había resonado en el pasillo. Ella había sido la primera en acostarse, lo cual últimamente no sucedía. Su cerebro se sentía como una maquinaria de alta complejidad, funcionando sin descanso, impidiéndole dormir. Hasta la hora de la cena, había estado angustiada y temerosa, ante la situación.
En ese momento, sólo podía pensar en que quizás no podría volver a dormir junto a Sebastian. Esa era probablemente lo que más le gustaba de la relación que tenían. Joy estaba acostumbrada a dormir sola y era bastante friolenta. Los mínimos ruidos solían despertarla. Sin embargo, desde que compartía horas de sueño con Bastian, se había dado cuenta de lo que se había estado perdiendo toda su vida.
Por motivos que ella no conocía, y mientras que ella siempre tenía las manos frías, él era un radiador viviente. Siempre expeliendo calor y haciendo de la cama un lecho tibio y acogedor. También disfrutaba del peso que el brazo masculino proporcionaba en su cintura, la hacía sentir segura. No podía dormir bien, cuando no sentía el latido tranquilo del corazón de Bastian, sumado a su acompasada respiración, en su espalda. Después de haber compartido la cama con el blondo, no podía volver a dormir sola. Mejor dicho, no sin él.
Se preguntó qué la hacía sentirse tan culpable. A quién le hacían mal, estando juntos. Se formulaban, en su mente, algunas vagas respuestas a aquellas preguntas. Joy era consciente, en ese instante en que sólo participaban de la charla ella y su conciencia, de que no había tantas razones lógicas para convertirse en la hermanastra de Bastian. Que bien podía ser su novia y ya. Casualmente, sus padres estaban enamorados, ¿y qué?
Era idílico, utópico, lírico. Como conocía a su madre, sabía que la entendería; y apostaba a que Dave también, sobre todo por la tranquilidad y confianza que tenía Sebastian.
Suspiró en la cama y observó el techo, como si se tratara de la Capilla Sixtina.
No quería pedir opiniones, no sólo porque no tenía muchos a quién pedírselas, sino porque sabía qué le dirían. Que pensara en ella, para variar. El problema era que Joy sentía que lo único que hacía, desde hacía bastante tiempo, era pensar en sus problemas y deseos. Eran su única preocupación real. Aquella, a sus ojos, era una situación bastante egoísta y patética.
Y pese a todo, no podía detener a sus neuronas.
Deseaba con todas sus fuerzas que no existieran los conflictos ni las inseguridades. Se sentó en la cama y se abrazó las rodillas. Tomó aire profundamente, buscando relajarse y darle forma al mayor miedo de todos: detenerse.
Quería a Sebastian. Realmente era importante para ella y era su primer... algo. No sabía con certeza qué era el amor, pero podía asegurar que lo que sentía en ese momento era lo más cercano que había estado jamás su corazón a aquel estado que todos describían como el más sublime.
Él era su primer beso —y lo seguiría siendo, hasta el fin de los tiempos—.
Se preguntó por el sexo. Conocía los pormenores de la cuestión, pero no se había desnudado jamás, frente a un hombre. Si todo se terminaba, ¿con quién sería su primera vez? ¿Ante quién se desnudaría? No se le ocurría que existiera otro ser del sexo opuesto que le diera tanta tranquilidad y seguridad. Ni que la hiciera sentir tan cómoda con su cuerpo, como Bastian la hacía sentir.
La angustia le subió por la garganta y quiso morir, por haber actuado tan infantilmente con él. Tenía que trabajar en esa actitud, no podía tener un ataque de nervios, frente a una situación compleja.
Se destapó de un tirón y se sentó al borde de la cama. Miró la fotografía de su padre, que colgaba enmarcada, en la pared, sobre la mesa de luz. Su papá era un soñador, se dijo, y ella era su hija, después de todo.

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Pariente Legal
Teen FictionNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...