La hoja estaba escrita por ambos lados y había utilizado una de más. No tenía ni la más pálida idea de qué había escrito, perlas de sudor hacían brillar su frente imperceptiblemente y humedecían su nuca. Estaba nerviosa por el tic tac del reloj que la presionaba a terminar antes, pero no era su única preocupación. Sabía el contenido, había estudiado mucho, había respondido todo mecánicamente. Era probable que estuviera bien entonces, pero tenía que revisarlo y le quedaban quince minutos antes de tener que entregar sí o sí el examen. Suspiró y se dijo que tenía que concentrarse, que ella no tenía ese tipo de problemas. Se apoyó contra el respaldo de la silla, dejó el bolígrafo descansando sobre el banco y levantó la hoja para leer sus respuestas. Suspiró pesadamente, sacudió la cabeza y fijó la vista en el papel. Comenzó a leer su tipografía extrañamente prolija en aquel apuro, y llegó a asimilar un par de párrafos, pero aquello que había atormentado su mente durante toda la mañana, se cruzó por delante de cualquier palabra, robando su atención.
En cuanto pusiera un pie fuera de la universidad, se suponía que Sebastian estaría esperándola para llevarla a comprar un reproductor de música nuevo. El que tenía funcionaba, lo único roto era la pantalla, y no era una amiga de gastar el dinero si no hacía falta. Se odiaba por haberle dicho que si con tanta facilidad a la invitación. Lo había tenido tan cerca que había sentido la temperatura cálida de su aliento en la punta de nariz. Sintió un escalofrío recorrerle la columna al recordar la sensación de tenerlo tan cerca. Y esos ojos claros eran… simplemente no eran buenos para su salud. No quería sentir aquellas cosas por él. Se negaba rotundamente a permitirlo, no justamente por él, que era no sólo prohibido, sino también el opuesto a su hombre ideal. Quizás era culpa de la soltería eterna que sostenía. Tal vez su madre y Johann tuvieran razón y ella necesitaba empezar a salir con chicos. Joy tenía la impresión de que Mel comenzaba a creer que le gustaban las chicas. Tenía que hacer algo al respecto… lejos de Sebastian.
El sonido de las agujas la hizo caer en la cuenta de que aún no había leído ni la mitad de su examen. Se dijo que si se hubiera tratado de multiple choice no habría tenido ese problema. Se obligó a concentrarse y, con esfuerzo, corroboró que su piloto automático era más eficiente que ella. Entregó el examen dos minutos antes de que el tiempo se acabara y salió del aula. Se quedó parada en el pasillo, mirando a los costados, asegurándose de que no hubiera nadie de importancia a la vista. De repente, se miró las zapatillas roídas y viejas, y se reprendió por no haberse puesto al menos las últimas que había comprado. Se sorprendió, pues ella jamás se fijaba en qué usaba o cómo combinaba. Si se levantaba demasiado inspirada, podía ponerse máscara de pestañas y ponerse calzado a juego con la remera de turno.
—Tú no sientes nada por Sebastian —susurró para darse fuerzas, antes de erguirse, decidida a caminar con la frente alta durante todo el tiempo que pasara con él.
Quería cruzarse con cualquier persona que la hiciera perder tiempo, como le sucedía cada vez que quería salir apurada, pero no había nadie. Pocas personas se encontraban en los pasillos y ningún rostro conocido se encontraba entre ellas. Comenzó a bajar los peldaños de la escalera con una lentitud de la tercera edad. No sabía por qué estaba tan aterrorizada, por qué se le contraía el estómago un poco más con cada escalón. Se aclaró la garganta y tragó la saliva que se había acumulado en su boca. Estar cerca de él la ponía nerviosa. Cuando el perfume particular de Sebastian llegaba a sus fosas nasales, no podía dejar de sentir un cosquilleo en los labios que la empujaban a mordisqueárselos y a retorcerse los dedos. No podía comprender qué le estaba pasando. Ella había encontrado a otros hombres atractivos —incluso más que a él—, pero no había experimentado esas incomodidades con ellos. No había querido besarlos lentamente para sentir cada relieve de la rugosidad de sus labios, su temperatura, la punta de su lengua acariciando los suyos. Se detuvo en seco cuando, desde la ventana del descanso de la escalera del segundo piso, vio la figura aburrida y despreocupada del muchacho que no la estaba dejando vivir. Tenía anteojos de sol, campera, el cabello despeinado y corto. Un grupo de muchachas lo observaba desde una distancia no demasiado grande, murmurando entre ellas sin dejar de mirarlo.
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Pariente Legal
Fiksi RemajaNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...