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Joy corrió escaleras arriba sin prestarle atención al saludo de su madre. Tiró la cartera en el pasillo y entró al baño, para encerrarse dentro con el pestillo. Apoyó la espalda contra la puerta y respiró pesadamente. Su rostro no sabía si contorsionarse en una sonrisa o en una expresión de horror. Levantó la vista y encontró la mitad de su rostro en el espejo. Caminó hasta él y se detuvo cuando pudo verse completa desde los pechos hasta la coronilla. Estaba algo despeinada, no demasiado. Un par de mechones fuera de lugar. Se veía y sentía de forma diferente, algo la molestaba debajo del ombligo y el corazón golpeaba su pecho con tanta fuerza que le dolía, probablemente por la corrida que había hecho hasta la casa. Le picaban las piernas y los pulmones le ardían. Observó en el reflejo que su pecho subía y bajaba con violencia y que tenía las mejillas rojas, al igual que la punta de la nariz y los labios. Éstos se veían más gruesos, notó con desagrado, y se llevó un dedo a ellos para tocarlos y comprobar que ardían, como con fiebre local. Se dio cuenta, extrañada, de que sus ojos se veían más intensos que de costumbre, más oscuros y brillantes. Tenía la blusa desacomodada y la lengua aún le sabía a vainilla.

Sabía que debía odiarlo por haberle robado su primer beso, quizás el único irrecuperable, pero no lo odiaba. Le había respondido, era consciente, y sabía que había sido una actitud de muchachita histérica el haberse ido corriendo desesperadamente, dejándolo solo.

Se preguntó qué había sentido él al besarla y si lo había hecho muy mal. No tenía sujeto de comparación, pero lo que él había hecho se había sentido espectacular. Asumía que era un experto en el arte de besar a una mujer, porque se lo veía galante y conquistador empedernido. Ella había sabido que él se iba a inclinar para hacerlo, pero no se había movido. ¿Por qué no se había movido? Era cierto que él le resultaba de lo más atractivo que había visto en la vida, pero ella no era toda sobre bajos instintos. Ella era racional, sabía separar las sensaciones y emociones del cerebro, pero parecía que las sensaciones y las ganas de saber cómo se sentiría besar a alguien, a él, habían ganado esa vez.

Se puso la palma en el pecho con la esperanza de que aquello calmara los latidos erráticos de su corazón. Ya podía respirar tranquila, pero cada vez que revivía la experiencia, se le agitaba el interior. Y no podía dejar de revivirla.

Se levantó la blusa para verse la cintura, esperando encontrar algún tipo de marca que dejara constatado lo que había sucedido, pero aunque le había parecido en el momento que los dedos de Sebastian le habían perforado la piel, allí no había más que piel pálida. ¿Cómo podía ser que no hubiera quedado ninguna marca? Ella recordaba perfectamente cómo había presionado contra su cuerpo, exigiendo más. Pero por algún motivo, le había parecido poco, quería treparse sobre él, sentir que ni el aire hubiera podido pasar entre sus cuerpos.

Sebastian tenía manos grandes y calientes, labios suaves y lengua húmeda y dulce. Aunque por la dulzura podía culpar al helado que habían comido antes. Él había sido delicado y, aunque lo había disfrutado, parte de Joy había querido el Sebastian animal, el cual estaba segura existía y estaba presente. Pese a que era inexperta, no era ingenua, sabía la teoría de todo lo que involucraba a dos personas e instintos bajos y primarios.

Había fantaseado con su primer beso varias veces en sus diecinueve años y éste había cumplido las expectativas, había sentido todo lo que había querido sentir: mariposas, nervios, lava por las venas, pero quería más. Su cuerpo le pedía más, en ese momento se sentía insatisfecha, quería que aquellas grandes y ardientes manos le recorrieran el cuerpo de pies a cabeza, que le rascara la piel hasta eliminar las cosquillas molestas que se alojaban bajo la primera capa que recubría su cuerpo.

Pero aquello no era correcto, no podía permitirse siquiera fantasear con aquellas cosas, con aquellas caricias, porque se entrometía con la felicidad de su madre.

Pariente LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora