Sentada contra su cama, Joy miraba el placar abierto de par en par frente a ella. No sabía si ir a esa fiesta, porque Sebastian iría. Y no estaba segura de si eso la inclinaba a ir o a quedarse en casa con un libro gordo y una gran taza de té caliente. Suspiró analizando toda su ropa. Era bastante… aburrida. Se puso de pie y corrió todas sus perchas, apretando lo que colgaba de ellas, para dejar ver las únicas cosas que no tenían uso de su ropero. Cosas que Bree y Juls la habían obligado a comprar esa mañana. Un vestido. ¿Cómo es que la habían convencido de comprar un vestido? No les había contado de lo sucedido con Sebastian ni sobre la fiesta.
Se estaba volviendo loca, no quería ilusionarse de nuevo con él, pero el muy desgraciado parecía divertirse jugando con ella. Y aparentemente, lograba surtir exactamente el efecto que quería, porque no podía quitárselo de la cabeza. Descolgó el vestido y lo miró con detenimiento. Era de un violeta oscuro, como la uva, y se ajustaba al torso. La falda era suelta y llegaba hasta dos dedos por encima de las rodillas. El escote era divino, era lo que más le había gustado. Tenía forma de corazón y los tirantes eran anchos y cómodos. Las pequeñas mangas cortas habían sido un plus, porque no le gustaba mostrar los hombros, menos aún habiendo gente que no conociera.
Ya era relativamente tarde, el cielo se veía azul con nubes violáceas, casi grises. Tenía la dirección y el horario de la fiesta, puesto que Gerard —por algún motivo desconocido— sabía su número de celular y le había enviado un mensaje. Era consciente de que, si bien la hora de inicio en el texto decía nueve y media, nadie iría hasta las diez y media, once incluso. Y no quería llegar sola.
Cerró los ojos y trató de imaginarse qué sucedería allí, si iba. Se vio sentada en una esquina, tomando en silencio de su vaso descartable, observando como todos la pasaban de mil maravillas, mientras ella analizaba todos esos modismos y movimientos ajenos, como científica estudiando una cultura diferente.
Imaginó a los amigos de Sebastian, encabezados por Gerard, totalmente borrachos, tratando de empujar a jovencitas rubias de ojos claros hacia las habitaciones superiores, en orden para quitarles la ropa interior.
Y visualizó a Sebastian mismo, rubio, hermoso, apoyado contra el marco de una puerta con su campera de cuero y la bufanda al cuello. Con el vaso en una mano y la otra en un bolsillo del pantalón, pudo verlo hablando con un grupo de fanáticas, todas iguales, genéricas. Lo vio hablándoles con un aire de desinterés que las volvía locas —tanto para bien como para mal—, y echándole furtivas miradas a ella. La extranjera sobrevestida. Porque lo más probable era que todas llevaran ropa completamente diferente a la suya.
Sacó el vestido de la percha y se lo apoyó sobre el cuerpo para verse en el espejo.
Tras un largo suspiro, se quitó la ropa y se lo calzó. No iba a llamar a Bree, así que tendría que abrir la caja de maquillajes de su madre y hacer lo que podía hacer.
Se decidió por unas ballerinas, pretendía al menos estar cómoda a la hora de caminar, y se maquilló tratando de recordar los consejos en los que había hecho hincapié la novia de Juls. Al admirar el resultado, se sonrió al espejo. No le había quedado nada mal, tenía talento para las artes manuales y se notaba. Una línea fina y negra con una pestaña dibujada a cada lado y máscara de pestañas. Era simple, pero no se veía con colores en los párpados. Admiró los labiales de su madre y, en general, eran todos nacarados y de colores cobrizos. No tenía ninguno natural. Chasqueó la lengua y tomó el único opaco; uno rojo. Leyó la etiqueta que rezaba “lady red” y suspiró. ¿Qué más daba? Ya estaba en el baile, más le valía bailar. Se pintó teniendo cuidado de no hacerlo fuera de las líneas de sus labios y los cerró alrededor del índice para quitar excedentes. Se sorprendió al notar que no le disgustaba es ritual femenino al que no estaba acostumbrada, pero al que siempre había estado expuesta porque Mel desde siempre lo llevaba a cabo. Se sonrió con más ganas y se dijo que estaba bonita.

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Pariente Legal
Novela JuvenilNecesitaba besarla de nuevo y lo haría, porque no había nada que pudiera impedírselo. Ni la sangre, ni un papel. ____________ Tiene errores miles, mil cosas que cambiar, pero amo esta novela, amo a mis personajes. Los quise y quiero, sufrí, reí y me...